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viernes, 21 de noviembre de 2025

San Juan de Ulúa: 200 años de olvido… y un fin de semana de festejos

 

San Juan de Ulúa: 200 años de olvido… y un fin de semana de festejos


Por Miguel Angel Cristiani G.

Hay lugares que, por sí mismos, deberían bastar para recordarle a un país quién es y de dónde viene. Y sin embargo, México —tan dado a las ceremonias, pero tan renuente al mantenimiento— parece necesitar que llegue la mismísima presidenta de la República para voltear a ver aunque sea un ratito a San Juan de Ulúa, ese monumento vivo de nuestra historia que, pese a su grandeza, se cae a pedazos entre humedad, salitre y desdén institucional.

 

Que Claudia Sheinbaum encabece en el Puerto de Veracruz los festejos por los 200 años de la consolidación de la Independencia de México en el mar, este domingo, es sin duda, una buena noticia. No todos los días la jefa del Estado recuerda que este país no solo se forjó en batallas terrestres, sino también sobre cubierta, cañón y marea. Y reconocer la capitulación de la Corona Española en el fuerte de San Juan de Ulúa —aquel episodio que marcó la salida definitiva del poder colonial— es históricamente justo. Pero también invita a preguntarnos si este homenaje, tan vistoso como efímero, servirá para algo más que para la foto conmemorativa.

 

Porque San Juan de Ulúa no es solo un escenario de celebraciones. Fue prisión, cuartel, sede de los Poderes Federales, fortaleza de resistencia, símbolo de la arquitectura militar novohispana y testigo de episodios que los libros de historia apenas alcanzan a resumir. En cuántos países —más cuidadosos, más responsables con su legado— no darían lo que fuera por tener una joya así. Y aquí, en México, presidentes van y vienen, pero la fortaleza sigue igual: agrietada, vulnerable, convertida en atractivo turístico a medio dejar y en responsabilidad institucional a medio asumir.

 

Mientras tanto, este fin de semana, la Secretaría de Marina desplegará toda una agenda de actividades: exposiciones, conciertos, regatas, carreras, espectáculos aéreos, eventos culturales y el esperado regreso del Buque Escuela Cuauhtémoc, ese Caballero de los Mares que, pese a ser orgullo nacional, tuvo que esperar un accidente en Estados Unidos para que se recordara que existe. El programa es amplio, colorido, técnicamente impecable. Pero la pregunta no sobra: ¿y después del domingo?

 

El Capitán de Navío Rafael Tiburcio Domingo explicó con claridad la importancia del 23 de noviembre. Tiene razón: fue en 1825 cuando el Capitán de Fragata Pedro Sainz de Baranda ordenó el bloqueo naval para desalojar al último reducto español. Fue entonces —y no en 1821— cuando la independencia quedó realmente consolidada. Esa historia merece ser contada, celebrada y enseñada. Pero también resguardada. No basta con recordar que hubo grandeza: hay que preservarla.

 

Las actividades iniciaron hoy en el World Trade Center de Boca del Río con una exposición sobre la Marina. Mañana habrá regatas y un concierto; el sábado, carreras y música sinfónica; y el domingo, la llegada del Cuauhtémoc y la presencia de la presidenta para develar una placa, recorrer el fuerte y asistir al sorteo de la Lotería Nacional. Todo muy solemne, muy institucional, muy acorde a la fecha.

 

Pero el verdadero homenaje que San Juan de Ulúa necesita no está en el protocolo, sino en la inversión. No en el discurso, sino en la restauración. No en el aplauso de ocasión, sino en un proyecto integral de rescate histórico, arquitectónico, turístico y cívico.

 

Porque no se celebra bien un pasado glorioso cuando se deja morir el espacio físico que lo contiene.

 

San Juan de Ulúa ha sido escenario de las luces y sombras de la nación. Lo mínimo que merece es un país que lo trate con la dignidad que la historia le otorgó. Ojalá que la visita presidencial no sea un acto de nostalgia, sino el inicio de una responsabilidad largamente pospuesta.

 

Mientras tanto, celebramos. Y está bien. Pero celebramos sobre ruinas que merecen mucho más que un fin de semana de fiesta.