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domingo, 16 de noviembre de 2025

Los mendigos de Dios


Ruan Ángel Badillo Lagos

Los pobres, a menudo olvidados en la literatura clásica, ocupan un puesto en la sociedad considerable en la vida social. El indigente, el flaco, el hombre abatido y afligido permanece presente en la sociedad. El Papa León XIV afirma que los pobres no representan un problema a resolver, sino una presencia que acoger y un llamado a cambiar actitudes dentro del cuerpo social. Así mismo, exhorta a brindarles amor fraterno y a tratarlos amablemente. Su mensaje subraya la importancia del vínculo con los pobres, en quienes se manifiesta la presencia de Cristo.

La pobreza mencionada no se limita a una condición económica o social; también puede describir una disposición interior, una actitud del alma. El ser humano revela las riquezas espirituales de esta pobreza por medio de sus acciones y su manera de afrontar la vida. De ahí surgen los llamados pobres de espíritu, herederos privilegiados de Dios. Este grupo reconoce su absoluta dependencia de Dios y su propia bancarrota espiritual. No alude a carencias materiales, sino a una postura de profunda humildad, libre de orgullo y la autosuficiencia. Se trata de personas presentes en la convivencia diaria, visibles por su necesidad interior de ayudar a los demás, por su trato suave, amable y desinteresado. Hallarlas puede resultar difícil, aunque suelen estar más cerca de lo imaginado; la distracción y el ensimismamiento impiden percibirlas. Son los mendigos de Dios.

Estas mujeres y hombres no confían en riquezas, capacidades u honores personales. Su seguridad procede de la providencia divina. Reconocen cada bien recibido como regalo y lo valoran profundamente. Su humildad abre paso a la atención de las necesidades ajenas, en contraste con la actitud orgullosa centrada en sí misma. Los pobres de espíritu expresan su interioridad mediante acciones concretas. Viven agradecidos, conscientes de la fuente divina que sostiene su existencia. No se ofenden fácilmente por las críticas o habladurías; más bien, las toman como oportunidades de crecimiento. El desapego de la riqueza les permite practicar la generosidad y evitar la arrogancia. Sus palabras y acciones reflejan humildad, sin presumir de sus logros y dando crédito solo a Dios.

Encontrar a alguien con estas características representa una oportunidad valiosa para desarrollar la generosidad, la humildad y la empatía, reconociendo la dignidad humana sin importar la situación material. La generosidad rebasa el ámbito del dinero o los bienes; dedicar tiempo de calidad, servir con constancia o escuchar con atención también entrega vida. Compartir ropa, alimentos o simplemente cumplir con las responsabilidades asignadas fortalece el espíritu. Ser pobre de espíritu acerca a la verdadera felicidad y a la realización plena.