Por Miguel Ángel Cristiani
Hay propuestas que nacen muertas y otras que,
aunque parezcan dormidas, se despiertan justo cuando más conviene al poder. La
revocación de mandato en Veracruz pertenece a la primera categoría: un
expediente empolvado que nadie se atreve a tocar, quizá porque todos saben que
abrirlo implicaría mirarse al espejo de la rendición de cuentas.
Pero a nivel nacional, el tema ha revivido con
nuevo aire político —o, mejor dicho, con nuevo cálculo electoral—: la
posibilidad de que la consulta para decidir la permanencia de Claudia Sheinbaum
se realice el mismo día de las elecciones federales, locales y judiciales de
junio de 2027.
Sin embargo, este lunes, La reunión de la Comisión
de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados para dictaminar la
propuesta fue aplazada 'hasta nuevo aviso'.
La Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara
de Diputados confirmó a sus integrantes que se pospuso la reunión de este lunes
para dictaminar la reforma constitucional que empata la revocación de mandato
con las elecciones intermedias de 2027.
No se necesita ser muy malpensado para entender el
juego. Hacer coincidir cuatro procesos en una sola jornada no sólo “ahorraría
recursos” —el pretexto favorito de los gobiernos cuando buscan concentrar el
poder—, sino que permitiría a Morena, el PT y el Verde Ecologista echar a andar
su maquinaria de promoción anticipada con el disfraz de “participación
ciudadana”.
Recordemos cómo funcionó el libreto la vez
anterior. En el sexenio pasado, la recolección de firmas para la consulta de
revocación de Andrés Manuel López Obrador arrancó el 1 de noviembre de 2021,
más de cinco meses antes de la jornada del 10 de abril de 2022. Lo que se
vendió como ejercicio de democracia participativa se convirtió, en los hechos,
en una campaña paralela, pagada con dinero público y justificada bajo el
argumento de “escuchar al pueblo”.
Ahora, el escenario se repite con una coreografía
ensayada. La diferencia es que, si la consulta se empalma con las elecciones de
2027, el “Efecto Claudia” operará como un multiplicador político: el voto de
apoyo a la Presidenta podría arrastrar a diputados, gobernadores y, para colmo,
a los nuevos jueces electos. El sueño húmedo de cualquier partido en el poder:
un plebiscito disfrazado de jornada democrática.
Pero el detalle, como diría Cantinflas, “ahí está”.
La primera tanda de jueces electos —que se promovió como el gran avance hacia
la justicia popular— terminó siendo una muestra de manipulación consentida. Los
“acordeones” con la lista de candidatos “sugeridos” circularon sin recato, y ni
el INE ni el Tribunal Electoral vieron motivo de sanción. Si aquello pasó sin
escándalo, imagine usted lo que podría ocurrir cuando en la misma boleta se
decida el futuro de la Presidencia, el Congreso, los gobiernos estatales y el
Poder Judicial. Entre tanto papel y tanta consigna, el voto libre podría
terminar enredado entre los pliegues del acordeón.
Veracruz, mientras tanto, observa desde su esquina.
Aquí la iniciativa de revocación de mandato duerme el sueño de los justos,
quizá porque los justos prefieren no despertar a la bestia. Nadie quiere correr
el riesgo de abrir un proceso que podría volverse contra quienes hoy disfrutan
de los privilegios del poder local. No hay prisa en consultarle al pueblo si
quiere o no que sus gobernantes sigan en el cargo; la democracia directa,
parece, sólo se invoca cuando favorece al partido dominante.
La paradoja es evidente: mientras se predica la
soberanía popular desde el púlpito de la “transformación”, se manipulan los
instrumentos de participación para asegurar la permanencia en el poder. Y eso,
estimado lector, no es democracia, sino ingeniería política con disfraz de
consulta.
La revocación de mandato nació como un mecanismo de
control ciudadano sobre el Ejecutivo. Pero en manos de los operadores de la 4T,
se convirtió en su opuesto: un termómetro de popularidad y una plataforma de
propaganda. La consulta que debía servir para evaluar al gobierno se transformó
en un ritual de aclamación.
Si realmente se busca fortalecer la participación
democrática, el camino es otro: garantizar reglas claras, órganos electorales
autónomos, financiamiento transparente y campañas sin trampas semánticas.
Porque de nada sirve invocar al “pueblo sabio” si se le conduce con el acordeón
en la mano.
Y así, mientras en Veracruz el expediente sigue
archivado, en el país se prepara una nueva partitura para 2027. Ya sabemos
quién pondrá la letra, quién marcará el ritmo y quién tocará el acordeón. Lo
que falta saber —y eso lo decidirán los ciudadanos, si los dejan votar en
libertad— es si todavía habrá quien se atreva a cambiar la tonada.
