Por Miguel Ángel Cristiani G.
Hay comparecencias que dicen más por lo que
intentan ocultar que por lo que presumen. Y la reciente intervención de la
titular de Educación en Veracruz es una de ellas: una larga exposición que
quiso disfrazar con videos, plataformas digitales y aplausos lo que en realidad
es un problema estructural, profundo y arrastrado por décadas. La educación
veracruzana no necesita más discursos motivacionales; necesita rendición de
cuentas, claridad presupuestal y decisiones que enfrenten, no rodeen, la
realidad.
Porque cuando una secretaria parece sorprenderse —o
fingir sorpresa— de que su dependencia concentre uno de los presupuestos más
altos del gobierno estatal, uno no sabe si preocuparse por ingenuidad o por
intentar minimizar un hecho evidente: Veracruz tiene una estructura educativa
enorme, sí, pero también un rezago igual de gigantesco. Y que más del 90% del
gasto se vaya únicamente a nómina no es una revelación: es un problema
histórico que ningún gobierno se ha atrevido a corregir.
Se dijo con ligereza que el “golpeteo” viene porque
la Secretaría de Educación controla 65 mil millones de pesos. Pero el golpeteo,
en todo caso, proviene de la falta de resultados visibles. De escuelas sin
maestros, de infraestructura que se cae a pedazos, de comunidades que siguen
suplicando por algo tan básico como un transformador, una barda perimetral o el
simple acceso al agua potable.
El discurso insistió en que ya se está
“acompañando” a los docentes, que se eliminó la carga administrativa inútil y
que los programas que no encajaban en la Nueva Escuela Mexicana fueron
cancelados. Muy bien. Pero el acompañamiento se demuestra en las aulas, no en
salones climatizados con presentaciones en PowerPoint. Y aunque es cierto que
miles de maestros se han capacitado, la realidad es que muchos siguen
impartiendo clases en escuelas sin conectividad, sin mobiliario digno y sin
material básico.
Luego llegó el orgulloso anuncio de las plataformas
“Mi alumno”, “Mi docente” y “Mi escuela”, un ecosistema digital que, en papel,
suena a modernización. Pero en Veracruz ya conocemos esa historia: sistemas que
funcionan en video, pero no en las comunidades donde la señal de internet es un
mito y la electricidad es intermitente. La digitalización no puede ser una
cortina para ocultar la falta de infraestructura física. No se construyen
escuelas con tutoriales ni se resuelven conflictos sindicales con clips
animados.
Hubo también una afirmación que revela más de lo que
aparenta: “El problema ya no es la falta de maestros; ahora se pelean entre
ellos, o con los directores, o con los padres de familia”. Es cierto que los
conflictos internos existen, pero reducir la problemática educativa a “pleitos
personales” simplifica, cuando no trivializa, un sistema que opera bajo
precariedad, tensiones laborales y décadas de abandono institucional.
La secretaria pidió unidad, pidió denunciar lo que
no funciona, pidió apoyo presupuestal. Y tiene razón en algo: Veracruz necesita
un acuerdo serio para que los niños y jóvenes accedan a una educación de
excelencia. Pero los acuerdos comienzan con la verdad, no con la
autocomplacencia. Con reconocer lo que falta, no solo lo que se presume.
Porque esa es la verdadera lección de esta comparecencia:
la educación no se transforma diciendo “trabajamos al mil”, sino enfrentando
con rigor los pendientes que siguen ahí, visibles, urgentes, y cada día más
inaplazables.


