Ruan Ángel Badillo Lagos
Las razones que motivan a la gente a protestar son diversas. Entre ellas están la percepción evidente de corrupción política hasta la exigencia por una distribución justa del ingreso y la defensa de instituciones electorales o de la seguridad. En tiempos recientes destaca la participación de la Generación z en manifestaciones; este fenómeno representa un desafío para el gobierno, mientras la oposición busca mostrar fuerza y el oficialismo intenta minimizar su impacto.
Aunque se percibe mayor participación en protestas contra el gobierno actual, este impulso no siempre expresa una propuesta definida en el ámbito social, político y económico. A menudo se limita a reclamos sobre la gestión presidencial sin un compromiso real con una renovación profunda capaz de transformar el país. La formación de líderes sociales y de servicio sigue siendo escasa, incluso entre profesionales e intelectuales, situación que constituye un desafío importante.
Los jóvenes han recibido el impacto de los cambios sociales y, con frecuencia, no encuentran respuestas a sus inquietudes, necesidades y heridas. A los adultos les cuesta escuchar con paciencia, comprender sus reclamos y aprender a comunicarnos en su lenguaje. El país vive una crisis marcada por la violencia e injusticias. México está cansado de tener miedo; algo está cambiando. La ciudadanía despierta, toma conciencia; la paz se construye entre todos, se exige y se defiende. No puede haber paz mientras todos estén dispersos e indiferentes ante la realidad nacional.
Todos desean la paz. Para alcanzarla es menester activar la conciencia y mover la voluntad, ello otorgará un testimonio creíble mediante palabras y hechos. Este momento de la historia necesita hombres y mujeres valientes e inteligentes que construyan paz y abran un horizonte más digno para todos, incluyendo generaciones futuras. A pesar de la crisis es posible mirar la vida con esperanza. Vivir con serenidad el presente implica confiar en un Dios. La esperanza, virtud capaz de alejar la tristeza y la desesperación, permite enfrentar la vida con serenidad e incluso con alegría. Sería prudente recordar que la esperanza no es pasiva, sino activa; inspira, sostiene y mejora nuestras actividades en el hoy y el ahora. Construye un mundo cada vez más justo donde resalten la caridad y la justicia, siempre con paciencia y constancia, especialmente en tiempos de prisa o adversidad.
Finalmente, conviene confiar en Dios, trabajar unidos por un país mejor y decidir con valentía. El compromiso comienza con uno mismo, se extiende a la familia, al trabajo y a todos los ámbitos donde vivimos. Comprometerse con la vida es comprometerse con Dios.
