ColumnaSinNombre |
@pablojair
Los que tienen memoria y saben cómo es el actuar de los Yunes de Soledad de Doblado, saben que es un patrón repetitivo, nada nuevo: broncudos y mediáticos. Todo lo quieren resolver a chingadazos.
Quizás para los que les gusta ese estilo de hacer política, lo ven como algo bueno; algo para destacar y glorificarse, como si la violencia fuese la solución para todo.
Héctor y su primo Miguel Ángel así son: buscan siempre el pleito, la confrontación y más si es apta para sacar raja política o llamar la atención.
Quienes recuerdan a los Yunes saben que Miguel, por ejemplo, es de los que retaba a golpes a quien lo cuestionaba. El maestro César Vázquez Chagoya me contaba que incluso alguna vez amedrentó con una pistola a un diputado; otro amigo fallecido, Víctor Manuel Lezama Ordoñez, contaba que el ex gobernador pateaba con furia las vitrinas donde presumían a los alumnos destacados de la UV, cuando aparecía en segundo lugar.
Al parecer, el tema con esos Yunes es que tienen problemas mentales de furia y con la edad se les empeoró.
Héctor aparentemente era muy tranquilo, pero alguna vez confesó a un amigo cercano que perdió los estribos cuando mandó llamar a un periodista a su oficina, cuando era subsecretario de Gobierno en el tiempo de Fidel Herrera como gobernador. Luego se sabría que ahí en pleno Palacio de Gobierno lo amenazó y agarró a “planazos” con una moruna para reclamarle sobre una nota.
(Curiosamente, luego se haría su amigo y hasta lo destacaba en mítines políticos como uno de sus consejeros).
En el fondo creo que el ex senador y ex diputado federal priista es una persona inteligente (de esa inteligencia mañosa): ha logrado convencer a muchos —nunca los suficientes— de hacerles creer que es un líder político verdadero; que es todavía la esperanza viva de ese pasado priista que se fue y está a punto de extinguirse.
De hecho, cuando perdió la gubernatura de dos años en las elecciones de 2016, se sabe que acudió a Javier Duarte (a quien distinguió como su jefe político) para pedirle su ayuda y reconocer que había cometido errores desmantelando la estructura electoral priista existente en el estado.
Hasta ahí llegó la brillantez del político y se le fue su último tren para ser gobernador del estado.
No obstante, ya desde hace rato dijo que buscará la gubernatura en 2030... Y la noticia pasó desapercibida: no cimbró al estado. Nadie le hizo olas, salvo sus cuates y fans.
Así de imperceptible es su situación actual.
Por eso busca escenarios y momentos como las comparencias para atraer los focos con su estilo pendenciero. No es la primera vez y así será mientras tenga su curul plurinominal (porque al parecer ya no le alcanzan los fans para ser votado).
Este miércoles hizo lo que tenía qué hacer y lo único que le queda: arremeter, agredir, hacer borlote. Llamar la atención como lo saben hacer los iracundos Yunes: a sombrerazos, empujones, encarando para intimidar y todo el show completo que ya no sabemos.
Y claro: todo es para las cámaras, la prensa presente, los celulares con su “live”, etc. Se trata de llamar la atención como si se tratara de una pelea de la UFC y así tener publicidad gratis.
Quien sabe si la estrategia de Yunes sea la correcta. A lo mejor simplemente está enojado porque no quiere reconocer que se está arreglando el chiquero que dejaron sus jefes políticos Fidel y Duarte, jefatura a la que nunca podrá acceder por más que busque reflectores con violencia.
