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domingo, 9 de noviembre de 2025

Compartimos el mismo olor a humanidad

 


Ruan ángel Badillo Lagos

El título invita a reflexionar sobre la igualdad y la experiencia humana compartida. Más allá de las diferencias superficiales (como la raza, la cultura o el estatus social) todos perciben el olor natural, biológico y antropológico de la propia naturaleza en su forma más básica. En efecto, simboliza la esencia común y recuerda que las diferencias entre las personas son, en el fondo, insignificantes. Se comparte la misma vulnerabilidad, y esta alude a la mortalidad y a las funciones corporales más elementales, aspectos de los cuales nadie puede escapar. Estos aspectos son respirar, comer o dormir, entre otros, sin importar quién sea.

Compartir el olor a humanidad es una expresión poética y filosófica la cual alude al nacimiento, el crecimiento y el desarrollo, experiencias vitales compartidas por todos. No obstante, cada individuo posee un olor único. Este emana de su piel, ajeno a la limpieza o al perfume, e influye en su vínculo con los demás.

El olor corporal persiste en cada persona y depende de diversos factores, por ejemplo, la dieta, el estrés, el nivel hormonal y otros elementos. Aun así, existen el buen olor y el mal olor. Cuando una persona actúa guiada por principios éticos y morales (respeto, solidaridad, justicia, bondad, tolerancia, responsabilidad y libertad) proyecta un buen olor atractivo. Ese es el olor del cual oportuna hablar, ese sin químicos ni esencias sofisticadas.

Si todos comparten el mismo olor a humanidad, surge una pregunta, ¿por qué se prefiere convivir con quienes huelen bien? Tal vez la propia humanidad necesite asearse, sanar, perdonar y crecer para transformar su aroma y hacer evidente su buen aroma. La vida se enfrenta a los valores morales y estos distinguen lo aceptable de lo censurable. A su vez, los valores sociales son la pizca de fragancia que fortalece los lazos humanos y da cohesión a la sociedad.

Por encima de todo, la dignidad humana es el aroma y el valor intrínseco supremo de cada ser. Ningún olor fétido o pútrido puede alterar esa dignidad.

El tema de los olores es profundo. Entre todos, destaca el mejor, el olor a Cristo. Es una fragancia espiritual y esta surge al vivir cerca de él. No se trata de un aroma físico, sino de una metáfora del testimonio y el carácter de sus amigos. Otros pueden percibirlo. Para algunos representa vida y los conduce hacia una dimensión espiritual; para otros, provoca rechazo porque consideran innecesaria esa experiencia.

El deseo es vivir de un modo que refleje amor y enseñanzas, como un aroma agradable ante Dios. Este olor proviene de Cristo mismo, quien, a través de su Espíritu, impregna la existencia humana.

En resumen, compartir el mismo olor a humanidad expresa la universalidad de la condición humana y promueve un sentido de unidad entre las personas. Además, resalta la importancia de los valores éticos, morales y espirituales.