Ruan ángel Badillo Lagos
El
título invita a reflexionar sobre la igualdad y la experiencia humana
compartida. Más allá de las diferencias superficiales (como la raza, la cultura
o el estatus social) todos perciben el olor natural, biológico y antropológico
de la propia naturaleza en su forma más básica. En efecto, simboliza la esencia
común y recuerda que las diferencias entre las personas son, en el fondo,
insignificantes. Se comparte la misma vulnerabilidad, y esta alude a la
mortalidad y a las funciones corporales más elementales, aspectos de los cuales
nadie puede escapar. Estos aspectos son respirar, comer o dormir, entre otros, sin
importar quién sea.
Compartir
el olor a humanidad es una expresión poética y filosófica la cual alude al nacimiento,
el crecimiento y el desarrollo, experiencias vitales compartidas por todos. No
obstante, cada individuo posee un olor único. Este emana de su piel, ajeno a la
limpieza o al perfume, e influye en su vínculo con los demás.
El
olor corporal persiste en cada persona y depende de diversos factores, por
ejemplo, la dieta, el estrés, el nivel hormonal y otros elementos. Aun así,
existen el buen olor y el mal olor. Cuando una persona actúa guiada por principios
éticos y morales (respeto, solidaridad, justicia, bondad, tolerancia,
responsabilidad y libertad) proyecta un buen olor atractivo. Ese es el olor del
cual oportuna hablar, ese sin químicos ni esencias sofisticadas.
Si
todos comparten el mismo olor a humanidad, surge una pregunta, ¿por qué se prefiere
convivir con quienes huelen bien? Tal vez la propia humanidad necesite asearse,
sanar, perdonar y crecer para transformar su aroma y hacer evidente su buen
aroma. La vida se enfrenta a los valores morales y estos distinguen lo
aceptable de lo censurable. A su vez, los valores sociales son la pizca de fragancia
que fortalece los lazos humanos y da cohesión a la sociedad.
Por
encima de todo, la dignidad humana es el aroma y el valor intrínseco supremo de
cada ser. Ningún olor fétido o pútrido puede alterar esa dignidad.
El
tema de los olores es profundo. Entre todos, destaca el mejor, el olor a Cristo.
Es una fragancia espiritual y esta surge al vivir cerca de él. No se trata de
un aroma físico, sino de una metáfora del testimonio y el carácter de sus
amigos. Otros pueden percibirlo. Para algunos representa vida y los conduce hacia
una dimensión espiritual; para otros, provoca rechazo porque consideran
innecesaria esa experiencia.
El
deseo es vivir de un modo que refleje amor y enseñanzas, como un aroma
agradable ante Dios. Este olor proviene de Cristo mismo, quien, a través de su
Espíritu, impregna la existencia humana.
En
resumen, compartir el mismo olor a humanidad expresa la universalidad de la condición
humana y promueve un sentido de unidad entre las personas. Además, resalta la
importancia de los valores éticos, morales y espirituales.
