CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
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La afirmación de la presidenta Claudia Sheinbaum en el sentido de que el presidente de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, “contaba con protección federal” y estaba en comunicación con mandos territoriales de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Guardia Nacional, alimenta una falacia.
Durante una rueda de prensa realizada el domingo, horas después de una reunión del gabinete de seguridad, se afirmó que Carlos Manzo “desde el pasado mes de mayo estaba resguardado por 14 soldados y dos vehículos de la Guardia Nacional, más otros policías municipales ´de su confianza´” (Revista PROCESO)
Esta afirmación suma al resultado falso del argumento expuesto por Sheinbaum Pardo…
Con la información sobre la protección federal, los catorce soldados de resguardo y la comunicación directa del alcalde uruapense con mandos de la SEDENA, se pretende atender un doble reclamo: el del presidente ejecutado, así como el de la sociedad michoacana y nacional, por no haber atendido la petición de ayuda del llamado hombre del sombrero.
En sentido tan estricto como obvio, cuando Carlos Manzo pidió, reclamó, exigió una y otra vez el apoyo del gobierno federal frente a la violencia, no se refería tanto a su persona como al municipio de Uruapan y a la entidad michoacana.
Manzo no pedía -estrictamente- guaruras, sino acciones de Estado para reconstruir el tejido social e imponer la fuerza oficial en un territorio donde el crimen organizado ha construido desde años atrás un Estado paralelo.
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Si Carlos Manzo hubiese reclamado la ayuda solo para él -en calidad de alcalde uruapense- la presencia de catorce soldados habría representado una respuesta cuantitativamente razonable pero cualitativamente inútil: al grado de que sus asesinos tuvieron acceso para ejecutarlo, a pesar de los responsables de su cuidado.
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La respuesta de Claudia Sheinbaum y el gabinete de seguridad equivale a la falsedad de la resolución en torno al crimen de Luis Donaldo Colosio (1994), bajo la premisa de un asesino solitario y preso: Mario Aburto.
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No se trata de datos falsos en ninguno de los dos casos –las autoridades de entonces y las actuales ponen en la mesa información comprobada-, sino de acciones insuficientes que no atienden el reclamo esencial, de fondo: no es quién o quiénes mataron a Carlos Manzo y Luis Donaldo Colosio, sino qué y por qué les quitaron la vida.
Los datos sobre el crimen material importan; pero el trasfondo intelectual de la causa y los múltiples contextos sociopolíticos que rodeaban el accionar y el discurso de las víctimas, nos remiten al verdadero motivo de la tragedia; que no es sólo suya y de su familia sino de la sociedad y del país porque las balas en cuestión salpican de sangre a todos; queramos o no queramos asumirlo.
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Al intentar responder a las preguntas del qué y por qué, con respuestas dirigidas a una línea de cuestionamiento distinta, se construye el burdo intento de un engaño masivo y una auto protección de las autoridades irresponsables por la incapacidad mostrada frente al crimen organizado.
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Antes de Carlos Alberto Manzo Rodríguez, han sido víctimas de asesinato numerosos personajes políticos y defensores de causas populares en Michoacán y México.
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Los autores materiales, generalmente son sicarios muy preparados o poco entrenados pero asesinos al fin; dedicados al oficio de matar por encargo sin importar a quién le arrebatan la existencia, ni las consecuencias políticas y sociales de sus actos.
Ni jefes criminales, ni políticos, ni empresarios, tampoco líderes ideológicos ni personas con preparación intelectual de alto nivel, jalan los gatillos…
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Al ir detrás de los autores intelectuales de asesinatos como el de Carlos Manzo, suelen aparecer los personajes de esos perfiles, algunos de cuello blanco…
Omar García Harfuch y Claudia Sheinbaum, como la mayoría del pueblo mexicano, sabemos que los asesinos materiales mueren en el cometido de su trabajo o los matan o caen presos tarde o temprano…
Los autores intelectuales no caen nunca o se les atrapa en muy pocos casos…
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La ayuda que pidió Carlos Manzo para combatir al crimen organizado que secuestra, roba, huachicolea, trafica drogas y seres humanos, cobra derecho de piso en Uruapan, la tierra caliente y todo Michoacán, llegó de forma insuficiente –Manzo lo reconoció meses atrás-, y su arribo completo luce cuasi imposible, por lo menos en el corto y mediano plazo.
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Desde un ángulo de su personalidad política, Carlos Manzo fue un personaje fuerte montado en un liderazgo local –Uruapan- de aparente trascendencia a partir del fenómeno mediático que generó.
La nobleza inscrita en el contenido de un discurso en pro de la justicia y su fuerza disruptiva contra estructuras de gobierno corruptas, nunca borraron la fragilidad del alcalde uruapense frente al monstruo que decidió confrontar.
David siempre fue David y Goliat nunca perdió un cabello porque, efectivamente, el Estado no metió las manos en esa disputa.
A Carlos Manzo lo pudo matar cualquiera de los muchos rostros del monstruo del crimen organizado; ya nos informarán quién fue…
¿Qué nos deja el asesinato de Carlos Alberto Manzo Rodríguez?
Nos confirma por enésima vez la complejidad de un Estado que ha perdido fuerza y muestra cada día más la desnudez de su renuncia al, o la pérdida del monopolio de la violencia, que le corresponde por definición.
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Carlos Manzo y su muerte conforman la imagen en el espejo de un Estado al que cualquiera puede matar y hay muchos con esa intención…
