Por Miguel Angel Cristiani G.
Era la primavera de 1987, para ser exacto un domingo 5 de
abril, en la clínica 11 del Seguro Social estaba por suceder uno de los hechos
que han marcado mi vida, faltando 15 minutos para que dieran las ocho de la noche,
la enfermera salió y me dio aviso que había nacido mi segunda hija, Angélica,
pasaron unos minutos antes de que la pudiera tener en mis brazos. Por primera
vez me reconocí completamente en el rostro de alguien más, tanto la deseé y ahí
estaba, tan frágil, tan pequeña y tan parecida a mí.
Ser padre de Angélica Cristiani ha sido un gran reto, ¿cómo
proteger y ser ejemplo de un espíritu indomable? aún recuerdo esa mirada que le
dio sentido de súper héroe a mi existencia, aún tengo presente su voz cuando
sin querer escuché una conversación con sus amigos donde les hablaba de mí, su
definición de papá fue: "él es el hombre más importante del mundo, toca
corazones cuando escribe, él es periodista". Y entonces realmente sentí la
responsabilidad de mi profesión.
Cuando tenía 13 años, nos empezó a preocupar, desaparecía
por largos ratos en las tardes, su madre y yo la buscábamos con sus amigos y no
estaba, cuando regresaba a casa nos decía que estaba con una amiga, comenzó a
robar comida del refrigerador, luego desaparecía la despensa, hasta el papel de
baño se llevaba, por meses tuvo el mismo comportamiento, un día la seguí y
descubrí su secreto, ella iba a pasar las tardes en la casa de una mujer
anciana que vivía sola y necesitaba atención.
Esa sería una de sus características admirables, su natural
desprendimiento hacia los más necesitados.
Antes de ser mayor de edad me dio aviso que se iría a vivir
sola, en mi desesperación le di advertencia de que si tomaba esa decisión no la
apoyaría más económicamente, ella sonrío, con esa sonrisa con la que suele
conquistar el mundo, cuando visité su casa supe que la voluntad de mi hija es
inquebrantable, trabajaba y estudiaba, tomaba clases extras de fotografía,
viajaba, superó mis expectativas, frente a mi estaba una mujer libre y a mí me
tocaba respetarla.
Cuando algunos de mis amigos y compañeros periodistas me preguntaron
si la candidata a diputada local por Xalapa Urbano más conocida ahora como #LaXalapita
era mi familiar, la respuesta llena de orgullo es que ella es mi querida hija
Angelica.
A todos les he dicho que no solo es mi gran orgullo, sino
que a sus 31 años ha demostrado que es infinitamente mejor que yo, en muchos
sentidos.
Dicen que un buen alumno tiene que superar a su maestro y en
el caso de mi hija Angélica -para mi mayor orgullo y felicidad- me ha superado
pese a su juventud.
No solo por su inteligencia, generosidad con el prójimo,
capacidad para hacer amigos por todas partes, sino porque finalmente es un gran
ser humano.
Quien, pese a su corta edad, que yo duplico con un poco más
de años, ha tenido muchas más y mejores experiencias de vida, como lo es ahora
el ser candidata a diputada local.
Angy como le llamamos en familia, siempre ha decidido lo que
ha querido, la he visto llorar de alegría, de frustración, de impotencia, de
entusiasmo, siempre ha sido una mujer intensa, con su propio ritmo, se
reinventa a cada instante, muchas veces me sorprende, otras me conmueve. Hoy es
su último día de campaña como candidata a diputada local, pero para mí siempre
será mi princesa.
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