Por Miguel Ángel Cristiani
Tiene toda la razón mi colega Fany Yépez cuando apunta que ya es tiempo de
empezar a cortar las manzanas podridas dentro de la administración pública estatal.
Lo que vimos recientemente en el Congreso de Veracruz, es un síntoma
preocupante de una enfermedad que corroe la vida pública: la frivolidad, la
ignorancia y la falta de respeto a la ciudadanía.
En tribuna, la diputada local de Morena, Victoria Gutiérrez Pérez,
sorprendió no por la solidez de sus argumentos ni por la pertinencia de sus
propuestas, sino por afirmar –con toda la seriedad del caso– que “en Veracruz
se construyó una nave espacial que viajará a Marte”. Y para redondear el
despropósito, agregó que el propósito de semejante hazaña sería llevar café
veracruzano al espacio, para “aromatizar” el cosmos.
A primera vista, podríamos tomar la intervención como una anécdota chusca,
digna de una comedia política. Pero el asunto es más grave. Cuando un
legislador toma la máxima tribuna del Estado para difundir ocurrencias sin
sustento, se degrada la función parlamentaria y se ofende la inteligencia de
los ciudadanos.
Un Congreso no es un café-concierto ni una tertulia improvisada. Es el
espacio donde se discuten leyes, se fiscaliza al gobierno y se representa a la
sociedad. Y en ese contexto, declarar que “científicos veracruzanos ya
construyeron una nave espacial con rumbo a Marte” no es un simple desliz
retórico: es una muestra del desprecio por la verdad, la falta de rigor y la
ausencia de preparación que debería exigirse a cualquier representante popular.
No es la primera vez que en México escuchamos declaraciones que rozan el
absurdo. Recordemos a legisladores que aseguraban que el Covid podía combatirse
con “detentes religiosos”, o a funcionarios que recomendaban tés milagrosos
contra enfermedades graves. Pero lo de Veracruz es un salto al vacío: ya no
hablamos de ignorancia científica, sino de una especie de ficción política que
raya en el delirio.
La anécdota, aunque risible, debe interpretarse como un reflejo del
deterioro de los estándares mínimos en la política. El Congreso estatal no
puede convertirse en escenario de ocurrencias. No es un foro para alimentar
egos ni para buscar aplausos fáciles. Quienes llegan ahí deben estar obligados,
por ética y por responsabilidad, a preparar sus intervenciones con datos
verificables, fuentes confiables y propuestas concretas.
Mientras la diputada fantasea con naves espaciales y café interplanetario,
Veracruz enfrenta problemas terrenales urgentes: inseguridad, crisis en los
sistemas de salud y educación, migración, pobreza y abandono en el campo. La
caficultura misma –de la que se supone hablaba la legisladora– padece plagas,
bajos precios, intermediarios abusivos y la falta de apoyos técnicos y
financieros reales.
¿Cómo hablar de llevar café a Marte cuando miles de productores en Coatepec,
Huatusco, Córdoba o Zongolica luchan cada día por sacar adelante sus cosechas
con precios de miseria? ¿Cómo distraerse en relatos de ciencia ficción cuando
la política pública para el campo sigue siendo insuficiente y, en muchos casos,
meramente propagandística?
Si no fuera un asunto tan serio, podríamos reírnos del episodio. ¿Qué sigue?
¿Un plan para que los astronautas desayunen tamales de Elote en la Estación
Espacial Internacional? ¿O la creación de un “Café del Bienestar”
intergaláctico para congraciarse con la narrativa presidencial? El sarcasmo
ayuda a soportar el bochorno, pero no debe ocultar el trasfondo: estamos ante
una clase política que parece haber olvidado que gobernar exige preparación,
respeto y responsabilidad.
Por eso es acertado decir que llegó el momento de cortar las manzanas
podridas. No se trata de linchar mediáticamente a una diputada, sino de exigir
rendición de cuentas y mínimos de calidad política. La sociedad veracruzana
merece representantes serios, comprometidos con la verdad y con la solución de
problemas reales. No bufones que transformen la tribuna en escenario de
improvisaciones grotescas.
El Congreso debe ser ejemplo de rigor democrático, no de improvisación. Y es
deber de los partidos políticos revisar a quién postulan, porque la política no
puede seguir siendo botín ni pasarela de improvisados, comadres y amiguis.
La imagen de una nave espacial hecha con “manos veracruzanas” rumbo a Marte
quedará como anécdota. Pero el verdadero viaje pendiente es aquí, en la Tierra:
el trayecto de Veracruz hacia una política más seria, más honesta y más
responsable.
Mientras los discursos se llenan de ocurrencias, los ciudadanos siguen
esperando respuestas. No necesitamos cohetes a Marte ni cafés interplanetarios:
necesitamos soluciones terrenales, concretas y urgentes. Y sobre todo,
necesitamos representantes que entiendan que la política es un servicio público,
no un espectáculo de feria.
Al final, la pregunta es inevitable: ¿seguiremos tolerando que la frivolidad
reemplace a la responsabilidad? Ojalá que la próxima vez que una diputada suba
a tribuna, no sea para narrar cuentos de ciencia ficción de Julio Berne, sino
para legislar con los pies en la tierra y con la mirada puesta en la dignidad
de los veracruzanos.