ADELANTE
Un día como hoy, el 27 de septiembre de 1975, viajábamos cuatro amigos en un automóvil, manejado por el periodista Gregorio Navarrete Cruz, rumbo a la Ciudad de México.
Charlábamos alegremente sobre mil y un temas, contábamos anécdotas y bromeábamos.
Yo iba en uno de los asientos posteriores, atrás del copiloto, Rodolfo Poblete Dolores. Junto a mí, Wilfrido García Ortiz, oriundo de Soledad de Doblado, hermano de Orlando García Ortiz.
Por unos instantes dejamos de hablar. De reojo vi que Willy dormitaba, decidí no interrumpir su descanso, y mejor contemplar el árido y desolado paraje de ambos lados de la cinta asfáltica. De repente, en una curva cercana a Tepeaca, Puebla, surgió un Torton color naranja que invadió nuestro carril de circulación. Y grité:
--¡Cuidado, Goyo!
El impacto nos lanzó fuera del camino y el coche dio varias volteretas antes de quedarse detenido a unos 40 metros de distancia, con las llantas hacia arriba, en medio de una nube de polvo y cristales rotos.
Mientras el auto caía dando tumbos, pensé horrorizado y recordando las películas gringas de acción:
--¡Dios mío, vamos a estallar en llamas y moriremos calcinados!
Intenté salir y no pude. La puerta se había trabado. Pedí ayuda a Goyo, que había salido tambaleante. Abrió y de inmediato preguntó por Willy. Se le aproximó, un hilillo de sangre le brotaba de una oreja y le escurría por el cuello. Le tomó el pulso y dijo:
¡Está muerto! ¿Dónde está Poblete?
Se hallaba sin sentido como a 20 metros, con la cara al sol y los brazos en cruz.
Dedujimos que se había abierto la portezuela y salido disparado.
No sé de dónde aparecieron tantos curiosos en cuestión de minutos. No había casas en los alrededores del páramo.
Poblete se salvó en aquella ocasión y falleció hace unos años.
Goyo perdió la vida 5 años después en un accidente de tránsito cuando venía de Veracruz a Xalapa.
Yo resulté con una herida en la cabeza y otra en el brazo derecho. La cicatriz no se me ha borrado.
Medio siglo después reflexiono:
--Si yo hubiera muerto en aquel choque, no tendría la familia que tengo, ni los amigos que he conocido. No habría sido director del Diario de Xalapa y de otros periódicos ni el reportero que soy.
Y si Willy hubiera sobrevivido, ¿qué sería de su vida en este momento?
Son los misterios de la existencia que nunca vamos a desentrañar.
Hoy recuerdo con cariño a Willy, Goyo y Rodolfo, tres de los primeros grandes amigos y colegas que conocí cuando llegué a Xalapa.
QEPD.