Por Miguel Ángel Cristiani
Con la Feria Internacional de Turismo (FITUR) 2026 a la vuelta de la
esquina, México se prepara para dar un golpe de timón al turismo internacional,
en lo que promete ser la participación más grande de nuestra historia. La
promesa es ambiciosa: un pabellón de 1,780 metros cuadrados, más de 800
representantes, activaciones culturales y gastronómicas que convertirán a
Madrid en una fiesta de colores, sonidos y sabores mexicanos. Un despliegue sin
precedentes que tiene como objetivo no solo atraer turistas, sino consolidar a
México como un referente global en la industria turística. Sin embargo, antes
de lanzar los tambores y hacer las maletas, convendría reflexionar: ¿realmente
hemos aprendido de nuestras experiencias pasadas?
La presencia de Veracruz en FITUR 2025, encabezada por la gobernadora
Rocío Nahle, es un caso ejemplar de lo que puede ocurrir cuando no se hace un
balance adecuado de los resultados obtenidos. En un evento como este, donde el
protagonismo de México se diluye en una multitud de delegaciones y
presentaciones, la falta de transparencia en torno a los logros alcanzados por
los estados participantes deja mucho que desear. No se trata de ignorar los
esfuerzos de las autoridades, sino de cuestionar si los recursos, tanto humanos
como económicos, se están utilizando de manera eficiente. ¿Qué impacto real
tuvo la participación de Veracruz en FITUR 2025 en términos de atracción de
turistas, generación de negocios o visibilidad internacional? ¿Existen
indicadores claros que nos permitan medir el retorno de la inversión?
La falta de evaluación de eventos previos es un vicio persistente en
las estrategias de promoción turística de México, lo que deja una sensación de
improvisación. Al anunciar la "edición histórica" de FITUR 2026, la
Secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez Zamora, subraya que el objetivo es
superar los resultados alcanzados en 2025, donde más de 250 mil visitantes se
dieron cita, de los cuales 155 mil eran profesionales del sector. Sin embargo,
más allá de las cifras, lo que se necesita es un análisis profundo de qué tan
efectivas fueron las activaciones culturales, los seminarios y presentaciones
de destinos. ¿Realmente se consolidaron relaciones comerciales con la industria
turística española? ¿Cuántos de esos turistas potenciales terminaron eligiendo
México como su destino de viaje?
La estrategia anunciada para 2026, que incluye una participación de más
de 800 personas, activaciones como jornadas de lucha libre, desfiles de
catrinas, exposiciones de alebrijes y presentaciones gastronómicas como el
“Reto del Taco”, suena espectacular, sin duda. Pero también genera inquietud.
No se trata de menospreciar el valor de las tradiciones culturales de México,
sino de preguntarnos si este enfoque no es más bien una estrategia para llenar
el espacio visual sin tocar el fondo. A través de estas
"activaciones", ¿realmente estamos fortaleciendo nuestra industria
turística de manera sostenible, o estamos simplemente vendiendo una imagen
superficial, destinada a impresionar, pero sin un sustento real?
Además, el despliegue del pabellón más grande de México en la historia
de FITUR —que será, de acuerdo con las autoridades, el más grande de la zona de
las Américas— es un símbolo de la grandiosidad del proyecto, pero también un
indicio de la desconexión con las realidades que enfrentan los destinos
turísticos locales. Mientras las autoridades se preparan para dar a conocer la
riqueza cultural, natural y gastronómica de México, la pregunta que se hace
urgente es: ¿de qué manera se está atendiendo la falta de infraestructura,
seguridad y calidad de servicios que enfrentan muchos de los destinos
turísticos más populares del país? No basta con una fiesta visual en Madrid si,
a la vuelta de la esquina, el turista se enfrenta a un sistema deficiente de
atención y a inseguridad.
Es relevante también la reflexión sobre el modelo de promoción
turística que se quiere consolidar. La presentación de los 32 estados de la
República Mexicana a través de "Ventana a México" es, sin duda, un
buen esfuerzo por descentralizar la promoción. Sin embargo, el reto está en que
todos los estados no tienen las mismas capacidades para hacer de esta vitrina
una verdadera oportunidad de desarrollo económico. La Secretaría de Turismo ha
resaltado la importancia de los productos artesanales, culturales y
gastronómicos, pero el contexto de desigualdad regional en México es innegable.
¿De qué sirve una plataforma internacional si los estados menos desarrollados no
tienen las condiciones para aprovecharla?
A nivel estratégico, la participación de México como "País
Invitado" en FITUR 2026 debe ser vista como una oportunidad única, pero
también como un desafío al que debemos acercarnos con humildad y claridad de
propósito. No se trata solo de una oportunidad de exhibir nuestra cultura y
nuestra gastronomía, sino de ofrecer un panorama más complejo, que aborde los
problemas reales que enfrentan los turistas en nuestro país. La promoción
internacional no puede ser un espectáculo vacío, sino una plataforma para
promover un turismo más responsable, inclusivo y sostenible.
La historia nos ha enseñado que México tiene la capacidad de seducir al
mundo, pero también nos ha dejado claro que el verdadero reto no está en los
escaparates brillantes, sino en el trabajo silencioso y sistemático de mejorar
la infraestructura, la seguridad, la calidad de los servicios y la capacitación
de los actores turísticos en todo el país. FITUR 2026 debe ser el punto de
partida para un turismo más ético y comprometido con el bienestar de las
comunidades que lo reciben, no solo una fiesta de promoción vacía que se
disuelve en la pantalla de una máquina de relaciones públicas.
Es momento de ser claros: México y Veracruz necesita mucho más que una
gran vitrina internacional. Necesita una política de turismo que vaya más allá
del marketing. Necesita resultados tangibles que mejoren la calidad de vida de
todos los mexicanos y en lo particular de los veracruzanos.