Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Parece increíble que algunos columnistas de prestigio
le sigan haciendo al ilusionista político, con eso de las señales que
supuestamente manda el presidente de la República a los precandidatos del PRI a
sucederlo en el cargo.
Que si ya le sonrió a fulano, que si le guiñó el ojo a
zutano, que si palmeó con efusividad a perengano… por Dios, esas son jaladas.
Eso sirvió de entretenimiento en los sexenios del
siglo anterior cuando el PRI era el partido hegemónico y su candidato sabía que
ganaría de todas todas. Pero en la actualidad es arcaísmo puro y ganas de
perder el tiempo.
Con señales o sin ellas el candidato de Enrique Peña
Nieto a la presidencia de la República es…
Mira lector, como aún me sobra espacio para seguir
escribiendo esta columneja, ahí te van los nombres de quienes NO serán ungidos,
agraciados o señalados por el dedo presidencial.
El primero en la frente es el ex gobernador del Estado
de México, Eruviel Ávila, que vaya que buscó candidatura pero nunca estuvo en
el radar de Los Pinos. Para colmo, hace unos días lo subieron para abajo al
nombrarlo presidente del PRI en la Ciudad de México, una plaza en la que el
tricolor no gana desde 1997 y donde prácticamente el partido no existe.
Tampoco será candidato Enrique de la Madrid Cordero
que sabe que va de relleno en la lista de aspirantes y nada más.
Otro que no será el ungido es el maestro y doctor José
Narro Robles simplemente por la edad (este diciembre cumplirá 69 años). Y si
bien no lo van a agarrar de semental, una campaña política como la que se
espera en el 2018 lo dejaría lo que le sigue a exhausto. Lástima porque es un
hombre brillante.
Aurelio Nuño tampoco será el señalado. Su labor como
titular de la SEV ha sido sobresaliente. Gracias a su diplomacia ha implementado
la Reforma Educativa en la mayoría de las escuelas del país, además de contener
a los belicosos maestros de la CNTE, aunque a costa de cientos de millones de
pesos del erario. Es el Plan D del presidente, es decir, sería el emergente del
emergente del emergente.
Tampoco lo será Miguel Ángel Osorio Chong, un
secretario de Gobernación muy chambeador pero hasta ahí; nada más.
El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray
Caso, es el candidato de Enrique Peña Nieto prácticamente desde que comenzó su
mandato. No hay más. Videgaray es su gran amigo, su consejero y casi casi su
hermano.
El columnista de El Universal Alfonso Zárate dice de
él: “Ha sido factor esencial en las grandes decisiones, en la integración del
gabinete y en la postulación de candidatos a puestos de elección popular...
Peña le ha encargado, incluso, la atención de asuntos personalísimos, de su
esfera íntima. Ante los retos de nuestra vecindad, el canciller es el único con
acceso directo al círculo más estrecho de Trump. De hecho, Peña no podría
gobernar sin Videgaray”.
Pero Videgaray ya dijo que no buscará la candidatura,
con lo que demostró que aprendió muy pronto lo que es el arte de la diplomacia
a la mexicana. Digo, se hubiera visto pésimo que siendo Canciller hubiese dicho
lo contrario.
Aunque a un presidente jamás se le retoba y menos se
le dice no, Videgaray lo puede hacer con Peña Nieto precisamente por la confianza
y el afecto fraterno que hay entre ambos.
Si le dice en corto al presidente que no quiere
continuar y que no desea ser candidato, será el mismo Videgaray quien auxilie a
Peña Nieto en la decisión más importante de su vida. Y ésta recaería en la
figura de José Antonio Meade Kuribreña, hermano del alma de Videgaray y su compañero
inseparable desde los tiempos de la universidad.
Conclusión: Videgaray y
Meade son los dos ases en la baraja de Peña Nieto. Y sin necesidad de recurrir
a “señales” mamonas.