ColumnaSinNombre |
@pablojair
Después de la emergencia en Poza Rica, mientras el Gobierno del Estado se concentraba en atender a la población, surgió una ola de ataques coordinados contra la gobernadora Rocío Nahle García.
No son críticas ciudadanas espontáneas: todo indica que es una operación política disfrazada de “indignación”.
Se sabe que desde hace días se han registrado llamadas y mensajes provenientes de números del estado de Nuevo León, con el mismo guión: difundir falsedades sobre la atención gubernamental y sembrar descontento.
En política no existen las coincidencias. La estrategia tiene sello y dirección.
Se tiene el dato de que detrás de la “estrategia” estaría el grupo del ex candidato derrotado de Movimiento Ciudadano, Emilio Olvera, quien al parecer no se resigna a su fracaso electoral y ha encontrado en la catástrofe de Poza Rica una oportunidad de revancha.
En este sentido, el intento de reanimar su capital político parte de la mezquindad: aprovechar una tragedia para atacar al gobierno que sí está trabajando.
Pero Olvera no opera solo.
Comentan que a su sombra se mueven viejos operadores ligados al senador Manuel Huerta, quien parece decidido a mantener viva una guerra interna contra la Gobernadora, aún a costa de dinamitar la estabilidad política del estado.
Juntos (Huerta y Olvera) pretendían fabricar la percepción de un gobierno insensible, con el objetivo final de desacreditar a Rocío Nahle ante la Presidenta Claudia Sheinbaum.
El cálculo, no obstante, es torpe.
Tanto la Presidenta como su equipo conocen de primera mano la coordinación, los resultados y la capacidad de respuesta del gobierno veracruzano. Las cifras y las acciones hablan más fuerte que los rumores: atención inmediata, presencia institucional y una estrategia que privilegia la reconstrucción por encima del espectáculo, los reflectores y el show mediático como los que se acostumbraban en tiempos antiguos.
Pero mientras el grupo de Olvera reparte culpas y siembra desinformación desde la comodidad de su derrota, la Gobernadora sigue en territorio, supervisando, coordinando y cumpliendo.
La diferencia es clara: mientras unos buscan reflectores, otros buscan soluciones.
Y en Veracruz se distingue perfectamente quién trabaja por él y quién busca lucrar con el dolor.