Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Quinientos años después de la llegada de Hernán Cortés
a estas tierras, la Conquista es un episodio que sigue tan vivo como si hubiera
ocurrido ayer. Unos la toman como la fusión de dos razas y dos culturas (lo que
es cierto). Otros como una gran barbaridad por la crueldad de los españoles con
los indígenas (lo que también es verdad). Es decir, para donde te muevas
lector, el tema provoca polémica y levanta ámpula.
En alguna ocasión dos compañeros de mi salón se
trenzaron a golpes porque uno dijo que los Aztecas fueron muy pendejos al
dejarse conquistar por 500 españoles cuando tenían un ejército infinitamente
superior de guerreros. Lo curioso es que el defensor de los indígenas era hijo
de españoles (le decíamos el Gallego) y quien pendejeó a los Aztecas era un chavo
con marcados rasgos indígenas al que le decíamos el Nopal.
En tiempos de López Portillo, el rey Juan Carlos y su
esposa doña Sofía visitaron Guanajuato como parte de una gira por México. El
gobernador de aquella entidad (creo que era Luis H. Ducoing 1973-1979) fue el
encargado dar la bienvenida a tan distinguidos visitantes. La bronca que al
soltar su choro y en un acto insólito y sin precedentes, pidió disculpas al rey
por las atrocidades que los indios hubieran causado a los españoles durante la
Conquista.
Aquello fue tan grotesco y humillante, que el
periodista Gilberto D’ Estrabau a la sazón columnista de Excélsior, publicó un
artículo titulado “Perdón mi rey” donde se pitorrea hasta la carcajada de la
lambisconería del mandatario estatal.
El pasado lunes, el presidente Andrés Manuel López
Obrador, sorprendió a todo mundo al grabar un video en la zona arqueológica de
Comalcalco, en el que dio a conocer que había enviado una carta al rey de
España y otra al papa Francisco, donde exhorta a la monarquía española y al
Vaticano a ofrecer disculpas por los atropellamientos y salvajadas ocurridos
durante la Conquista.
El video causó pasmo, pero casi de inmediato la
hilaridad de la raza de bronce que festejó el sentido del humor del presidente.
Hasta que se dieron cuenta que aquello no era broma sino la pura neta.
En España los divididos españoles se unieron en
estentóreas mentadas de madre al mandatario mexicano al que calificaron de
arcaico, anacrónico e imbécil. Las benditas redes sociales se dieron vuelo con
los memes y sólo los verdaderos seguidores de AMLO festejaron con tibias
palmadas.
Tanto la carambiza entre los dos adolescentes (que
terminaron siendo amigos y compadres inseparables), como el rastrerismo de un
gobernador y la misiva del presidente Andrés Manuel López Obrador, son resabios
de una Conquista ocurrida cuando nadie de los que vivimos en México o España
habíamos nacido, pero que algunos (o muchos, no sé) aún no pueden superar.