Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
La verdad la verdad la verdad, ni ganas que tenía de
ir al festejo, pero mis familiares (que tanto le deben al viejo) me dijeron
desde la víspera que asistiera en su representación porque en estos momentos no
es correctamente político que los vean con él: “Le dices que lo queremos mucho y
que luego iremos a visitarlo, él entenderá”.
Llegué al evento vestido de blanco como palomo para
estar a tono con los colores que tanto le gustan al anciano: verde blanco y
rojo. Nomás que creo que la regué porque predominó el rojo con negro, sobre
todo en la vestimenta de las mujeres; como si en lugar de festejarle sus 90
años tuvieran planeado hacerle una huelga.
La recepción fue donde siempre, en el añoso auditorio
Jesús Reyes Heroles del edifico del PRI. Pero no fue como siempre, ya que
estuvo engalanada con la notable ausencia de los ex presidentes del partido. Y
es que ninguno fue.
La que asistió como invitada de honor y conferencista
fue la señora Beatriz Pages Rebollar.
También hicieron acto de presencia un par de priistas añejos
y olorosos a bolitas de naftalina. “Estuve en los primeros 40 años del partido
y nada que ver con esto. Aquellas sí eran pachangas; había mariachis, soneros
jarochos, trovadores, artistas de renombre, chupe del bueno y comida hasta para
llevar en itacate”, me dijo uno de ellos.
Lo cierto es que le faltó mucho ambiente al festejo.
Nada de matracas y porras, nada de acarreados de la CNC, CTM, CROC, CNOP y SNTE
cuyos líderes tampoco asistieron. Nada de retóricos y floridos discursos para
el cumpleañero; nada de desbordar las calles ni cerrar el tráfico vehicular.
¿Y el menú? Nomás una rebanadita de pastel, un
tamalito envuelto en hoja de maíz, un rollito de nosequé, un vasito con agua de
sabor y párale de contar.
¿No asistió la lideresa estatal Lillian Zepahua? Uta
nomás eso faltaba. ¡Claro que asistió! De hecho, fue la única priista
distinguida. También asistieron 250 personas entre gorrones del rumbo y tricolores
de corazón. No más.
Pero faltó la pimienta de al menos un personaje de
renombre, alguien que acaparara los reflectores y hablara de la urgente
necesidad de refundar o sacudir al partido. Y es que si en el 2021 no logra
enderezarse cuando menos un poquito, para el 2024 habrá muerto sin remedio.
Y a todo esto ¿dónde estaba en festejado?
Arrumbado en un rincón, escuchando a Beatriz Pages que
le decía: “No tienes derecho a morir. La muerte puede ser en muchos casos
inevitable, pero tu no tienes derecho a cavar tu tumba”.
Y el pobre hombre aquejado por sus achaques, en silla
de ruedas, cubiertas las piernas con una frazada y enredado hasta el cuello con
un jorongo descolorido, asentía mientras pelaba tamaños ojos y jalaba aire como
si tuviera enfisema pulmonar.
Beatriz se fue y el viejo se quedó solo. Me acerqué y
me impresionó su aspecto. No representa los 90 años que está cumpliendo sino
120 muy mal llevados.
Así de jodido lo vi; con una fatiga infinita en su rostro
surcado de arrugas y casi desahuciado por todos.
¿Se levantará para seguir en la brega?
Con este nonagenario mañoso nada se sabe y todo es
posible.
Mientras en la explanada Lillian y Beatriz partían un
pastel en su honor, el viejo dormía en su silla con un banderín tricolor entre
sus manos sarmentosas donde se leían claramente cuatro palabras: Yo soy el PRI.