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domingo, 19 de octubre de 2025

Guardar silencio y reflexionar

 


Ruan Ángel Badillo Lagos

En ciertas ocasiones resulta difícil decidir entre guardar silencio o hablar. Expresarse en el momento oportuno puede ser de gran ayuda y generar un bien en quien escucha. De igual manera es conveniente callar cuando la otra persona no está dispuesta a recibir un consejo. Todo esto forma parte de un arte, es decir, escuchar y luego reflexionar.

Estar callado supone esperar hasta el final de la intervención ajena para después expresar lo propio. En cambio, mantenerse en silencio permite reflexionar sobre lo dicho y comprender con mayor claridad el mensaje recibido.

Guardar silencio posee múltiples significados. Puede implicar esperar pacientemente la intervención de Dios o ejercer prudencia al controlar la lengua, especialmente en momentos de enojo. También alude a la disciplina y, en algunos contextos, al silencio contemplativo en la oración. La paciencia lo alcanza todo; esperar en Dios se transforma en sabiduría y produce paz. Quien guarda silencio suele ser considerado prudente. Esto cobra relevancia durante el enojo, para evitar palabras de las que podría haber arrepentimiento.

Existe un tiempo para callar y otro para hablar. Esto indica que, a menudo, el silencio es señal de sabiduría, aunque existen momentos específicos en los cuales es necesario hablar, por ejemplo, al defender la justicia o compartir una postura. Surge entonces la pregunta ¿cómo es el silencio de Dios? Este puede interpretarse como un tiempo de espera, una prueba de fe y una invitación a la introspección, nunca un abandono. Representa un espacio para fortalecer la confianza, atender la voz interior y buscar a Dios con mayor profundidad mediante la oración, la adoración y la gratitud, confiando en su plan perfecto incluso sin comprenderlo. El silencio no acarrea falta de amor; a veces comunica más, como ocurre entre enamorados o entre padres e hijos.

A veces se guarda silencio por presiones o mandatos impuestos, transformándose en una forma de vida. Sin embargo, al compartir los miedos, el silencio se rompe y surge la lucha por redefinirse más allá de los roles esperados. Explorar los temores y emociones ocultos permite liberarse de ellos. La filosofía del silencio lo considera un componente activo y fundamental, no solo una ausencia de ruido. También representa una herramienta de autoconocimiento, un medio de resistencia social y un lenguaje propio.

Muchos lo consideran indispensable para alcanzar sabiduría; por ello, se recomienda escuchar antes de hablar con fundamento. Además, el silencio establece matices en la comunicación, esto puede reparar el alma, evitar el mal y favorecer la comprensión del otro. “El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de los ruidos”, dijo Miles Davis alguna vez.

Escuchar el alma es importante, pues implica atender intuiciones, emociones y deseos profundos, más allá del ruido externo y las preocupaciones cotidianas. ¿Tú qué piensas o prefieres guardar silencio?