Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Gerardo Fernández Noroña es sin discusión el sujeto más repulsivo, vulgar, soez, lépero, grosero, barbaján, raspa y odiosito que tiene la clase política nacional. Aunque hablar de clase es un decir porque el tipo carece de ella. Sabe que cae gordo y lo disfruta, como disfruta que le griten en la calle sandez y media que contesta de la misma manera.
Su presencia en la presidencia del Senado ha sido la más corriente en la historia de la Legislatura. Pero una cosa lo salvaba; mientras anduvo de bloqueador de calles y arengador en manifestaciones, fue un ejemplo vivo de austeridad.
Esa austeridad le dio “autoridad moral” para fustigar sin piedad a los ricos, a los ladrones, a los corruptos, a los desviadores de recursos y no hubo nadie que le revirara.
Cuando obtuvo por primera vez una curul dijo: “Los diputados no deberíamos ganar más de lo que gana un maestro”. Y de ahí se siguió hasta nuestros días: “Los legisladores debemos dar ejemplo de vida austera... Yo no tengo coche y menos chofer, soy un hombre del pueblo... Es ofensivo que los funcionarios vivan con lujo mientras el pueblo sufre...”.
Como presidente del Senado ha sido un francotirador certero que humilla y fulmina con su lengua viperina cualquier disidencia de la oposición.
Así como ha sido leguleyo con muy pocos (López Obrador, Adán Augusto López y uno que otro por ahí) ha sido implacable con los enemigos del régimen y hasta con los dependientes de las tiendas de autoservicio.
Cuando comenzó a viajar en avión dijo: “Viajar en clase turista es parte de mi compromiso con el pueblo”. Pero pronto, bien pronto, dejó esa clase para viajar en Clase Ejecutiva o Business Class. Y desde que ocupa la presidencia del Senado lo hace en The First Class.
Soberbio y mentiroso dijo que esos viajes los pagó de su peculio pero no lo pudo probar y cuando los periodistas ventilaron sus gastos se enfureció y los acusó de clasistas y racistas.
Ahí donde hay una bronca, ahí donde hay gritos, sombrerazos y denuestos, seguro está el patán de Noroña manoteando, vociferando y acercando su cara a la de su interlocutor para dejarle el tufo de su halitosis.
En tantos años viviendo del presupuesto, ¿qué le ha dado este sujeto a la vida política de este país? Nada que no sean sus desplantes y patanerías.
Pero la vida le tenía reservada una muy mala jugada.
Como todo aquí se paga, Dios castigó a este ateo irredento y lo convirtió en un sujeto de la calaña de los que no podía ver; lo convirtió en millonario.
En apenas once meses como Senador, lo hizo dueño de dos Volvos de 650 mil pesos cada uno (con chofer y toda la cosa) y de una casita en el Tepozteco de 12 millones de pesos, con lo que le calló la boca, quizá para siempre, porque ya no podrá señalar con su índice flamígero a los fifís, a los ladrones de cuello blanco, a los saqueadores del erario y a los corruptos, sin sentirse ruborizado.
Pobre tipo, que pena me da porque hasta que se muera vivirá como rico, algo que de seguro jamás deseo ser.
Uy no, qué va.
bernagup28@gmail.com