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domingo, 13 de julio de 2025

LA TIBIEZA EN LA VIDA

RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS

Dios siempre nos está llamando al movimiento, ya sea para dar pasos cortos o agigantados. En nuestro caminar es necesario movilizarnos, porque cuando dejamos de movernos también dejamos de crecer. Alguien que está en potencia en movimiento tiene la capacidad de convertirse en otra cosa, por ejemplo, una semilla es un árbol en potencia. Cuando la semilla crece y se convierte en árbol, decimos que es un árbol en acto. El movimiento, en este esquema, es el paso de la potencia al acto. Para santo Tomás, lo que se mueve, que pasa de estar en potencia a estar en acto, ocurre así porque algo o alguien lo mueve. Todo lo que se mueve es por causa de algo externo; ese motor es, además, inmóvil, es decir, que ya está en acto. Por ello es “necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie”: Dios. ¿Qué pasa si no nos movemos y nos quedamos inmóviles? Si así fuera caemos en el riesgo de la Tibieza de la vida. Me gusta pensar que la vida es como un río que nace limpio, vigoroso, que en su camino va atravesando por distintos lugares, procesos o ciclos, y que es importante descubrir nuevos paisajes y desafíos por enfrentar hasta llegar a la plenitud del océano: la vida eterna.

La tibieza, en un contexto personal y espiritual, se refiere a una falta de fervor y entusiasmo en la vida, es una actitud de indiferencia, mediocridad y apatía, donde la persona no es apasionada ni animosa, solo se encuentra en un punto intermedio. Otro ejemplo es el agua estancada, inmóvil, que no fluye en una corriente y por ello podría provocar patógenos dañinos debido a la falta de aireación; esto puede afectar negativamente a la salud del ser humano y del medio ambiente. La tibieza espiritual es una enfermedad por la cual las personas no logran notar los síntomas, ya que no se ven ni se tocan. ¿Alguna vez te has sentido agotado y sin fuerzas en el alma, sin poder ver con los ojos de la fe y parece que todo se nubla y la voluntad sufre un progresivo debilitamiento? Ello ocurre sobre todo cuando hay pequeñas y grandes caídas en la vida, o cuando estás distante en tu relación diaria con Dios; en esos momentos es posible que estés cayendo en una tibieza espiritual. Dios no odia al frío, tampoco al caliente, pero sí aborrece al tibio. Podemos llevar una vida arreglada y sin malgastar nuestros bienes, sin embargo, el vivir del mismo modo, sin ningún movimiento, sin deseos de cambiar, puede ser tibieza. Lo más terrible viene de aquellos que dicen conocer a Dios y siguen murmurando a espaldas de sus hermanos, aparentando que todo está bien, no obstante, en la primera oportunidad tiran la piedra y esconden la mano. De esa tibieza estoy hablando, ¡salva tu alma de la tibieza! Ponte en marcha, entrega la vida diariamente en esos pequeños detalles de la cotidianidad. Haz, con la gracia de Dios, que lo ordinario pueda algún día ser extraordinario; no desfallezcas, sigue adelante, aunque no veas ni sientas, porque lo importante es creer y dejarte mover por Dios.