Hora cero
Luis Alberto Romero
En tiempos donde la crisis ambiental y la degradación de los suelos amenazan seriamente la seguridad alimentaria, iniciativas como la de Altosano-Granjas Carroll de México (GCM) ofrecen un respiro en el sector primario.
A través de la producción y donación de biofertilizante orgánico derivado de residuos porcícolas, con todas las regulaciones ambientales, la empresa que opera en los estados de Puebla y Veracruz impulsa un modelo de agricultura sustentable que debería convertirse en un referente a nivel nacional.
El proyecto, desarrollado en conjunto con instituciones como la prestigiosa BUAP y avalado por autoridades como SADER, demuestra que es posible transformar un residuo ganadero en una herramienta agrícola importante. Gracias a su rica composición en nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio y materia orgánica, el biofertilizante no solo contribuye a la regeneración del suelo, sino que mejora los rendimientos agrícolas en al menos un 10%. Esta sinergia entre ganadería y agricultura es una muestra clara de economía circular, donde los residuos de una industria se convierten en insumos para otra.
Más allá de los beneficios técnicos, hay que destacar el valor social y ambiental de esta estrategia. Al donar el biofertilizante a comunidades agrícolas de Veracruz y Puebla, Granjas Carroll no solo promueve la sustentabilidad, sino que también fortalece el tejido rural y reduce la dependencia de fertilizantes químicos costosos y contaminantes.
En comunidades como Magueyitos, Altotonga, y en el municipio de Oriental, en Puebla, estas acciones pueden marcar la diferencia entre el abandono de la tierra y su regeneración.
A menudo se critica a la agroindustria por sus impactos negativos sobre el medio ambiente, pero aquí encontramos un caso donde el sector privado se alinea con los intereses de la sociedad.
La utilización del biogás para generar electricidad dentro del mismo proceso es otro ejemplo del potencial de sostenibilidad que puede alcanzar la agroindustria cuando se toman decisiones responsables y visionarias.
Ahora bien, este tipo de prácticas no deberían depender exclusivamente de la voluntad de una empresa. Es responsabilidad de todos, gobierno y actores involucrados, promover políticas públicas que incentiven, regulen y repliquen modelos como este en todo el país.
Si el objetivo es enfrentar con éxito el deterioro ambiental y garantizar la soberanía alimentaria, es evidente que se requiere una reforma profunda en la manera de producir y consumir alimentos.
El caso de Altosano-Granjas Carroll es una muestra de que sí se puede producir con responsabilidad. Pero también es una invitación a que más empresas, gobiernos y universidades, trabajen juntos en favor de una agricultura regenerativa y sustentable. La fórmula ya está probada: innovación, colaboración y compromiso ambiental. Solo hace falta la voluntad de multiplicarla.
En un país con más de 20 millones de hectáreas agrícolas y millones de personas dependientes del campo, cada hectárea regenerada cuenta. Y cada esfuerzo como este, también.
@luisromero85