Antonio Lagunes habla claro: “Vamos por más”, dice, y lo dice con fuerza. Atrás quedan los discursos tibios y las promesas enredadas en tecnicismos. Lo suyo es directo: igualdad, justicia, bienestar. Eso dice, y eso vende. Pero la pregunta de fondo es otra: ¿tiene MURO —ese Movimiento de Unidad, Renovación y Oportunidades— con qué para pasar de consigna a gobierno?
Lagunes no es un improvisado. Sabe que en México hay un cansancio generalizado. Las promesas rotas ya no conmueven. Las siglas partidistas se desgastaron. Y ahí es donde MURO entra al juego con una propuesta: política social con rostro humano, con énfasis en la inclusión y el acceso a derechos básicos. Dicen que quieren construir algo nuevo, algo digno. ¿Será?
Lo que propone Antonio Lagunes no suena mal: un país donde nadie quede fuera, donde cada persona tenga las herramientas mínimas para salir adelante. Lo que él llama una sociedad más inclusiva. El discurso está cargado de palabras clave: justicia, bienestar, dignidad, oportunidades. Y sí, suenan bien. Pero esto no es poesía; es política. Y en política, las ideas no bastan, hay que aterrizarlas.
MURO dice ser diferente. Afirma que no busca puestos, sino transformar. Que no quiere cuotas, sino causas. Que no está formando un partido tradicional, sino una plataforma ciudadana. Hablan de romper el molde. Pero ojo: muchos antes también prometieron lo mismo… y acabaron repitiendo el guion de siempre.
La verdadera prueba para Antonio Lagunes y MURO será cómo traducen su entusiasmo en acción concreta. Porque levantar banderas es fácil. El reto viene cuando hay que enfrentar la burocracia, las inercias del sistema y las resistencias internas. Cuando hay que gobernar, no sólo prometer.
¿Tienen cuadros capacitados? ¿Tienen propuestas viables? ¿Tienen una estrategia para enfrentar la pobreza estructural, la marginación, la violencia? ¿O todo quedará en una narrativa bonita que en redes sociales se ve bien, pero en la realidad no aterriza?
Lagunes asegura que cientos de ciudadanos se están sumando al proyecto. Que hay esperanza. Que se respira cambio. Que viene una nueva historia. Y sí, hay que reconocerlo: en tiempos de decepción generalizada, cualquier proyecto fresco suena tentador.
Pero también hay que exigir. Porque los ciudadanos ya aprendieron que las frases bonitas no bastan. Que el “todos juntos por un México mejor” eslogan sin sustancia. Que se necesitan ideas claras, equipos sólidos y voluntad real de cambio.
MURO aún está en formación. Es más aspiración que estructura. Más discurso que maquinaria. Pero algo es cierto: el mensaje de Antonio Lagunes conecta con una parte del país que está harta. Harta del abandono, de la desigualdad, de los políticos de siempre. Si sabe canalizar ese descontento, puede tener futuro.
Pero si cae en el mismo juego de siempre —el del clientelismo, la simulación y el maquillaje social—, terminará siendo solo otro ladrillo más en ese muro de decepciones llamado política mexicana.
Por ahora, el beneficio de la duda está sobre la mesa. Y la pelota, en la cancha de Lagunes. Veremos si MURO es de concreto sólido… o de promesas huecas. Porque prometer es gratis, pero gobernar… eso, eso sí cuesta.
Así que atentos, que la historia apenas comienza. Y como dice el propio Lagunes: “Vamos por más”. Pues bueno, que vayan. Pero que lleguen con hechos, no sólo con hashtags.