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domingo, 13 de julio de 2025

La ausente oposición en México

Carlos Miguel Acosta Bravo*


La oposición política es fundamental en un sistema democrático como México por varias razones clave: Equilibrio de poder: Evita la concentración absoluta del poder en un solo partido o grupo, fomentando la rendición de cuentas y previniendo abusos de autoridad. ⁠Representación plural: Permite que diversas visiones e intereses de la sociedad sean considerados en la toma de decisiones, reflejando la diversidad política, social y cultural del país. ⁠Control y fiscalización: La oposición vigila y critica las acciones del gobierno, exigiendo transparencia y mejor desempeño en la administración pública. Alternancia política: Facilita un cambio pacífico de gobierno mediante elecciones, lo que es esencial para renovar ideas y evitar el estancamiento. Defensa de las minorías: Garantiza que los grupos menos representados tengan voz en el debate político, promoviendo la inclusión y la justicia social. Innovación en políticas públicas: Al presentar propuestas distintas, la oposición enriquece el debate y puede impulsar soluciones más efectivas a los problemas nacionales.

En México, la oposición ha sido crucial en la transición democrática desde el fin del predominio del PRI en el 2000, aunque aún enfrenta desafíos como la polarización y la falta de propuestas sólidas. Su fortalecimiento es vital para una democracia más sana y participativa.

En México la oposición apenas da señales de vida, durante el reciente período extraordinario de sesiones, el Congreso aprobó 16 reformas de alto impacto que como lo han apuntado varios analistas y organizaciones no gubernamentales, abren la puerta al espionaje estatal, refuerzan la militarización de la Guardia Nacional y crean nuevos márgenes para la censura. Aunque el PAN y el PRI votaron en contra, su presencia en la opinión pública en lo ocurrido fue casi inexistente. No marcaron agenda ni ocuparon un lugar visible en el debate nacional. Apenas fueron mencionados en los editoriales o análisis de las reformas, lo cual les resta presencia y credibilidad en la sociedad mexicana.

La oposición está tan desacreditada por múltiples escándalos de corrupción, entre ellos el huachicol en donde dos importantes y altos personajes del panismo, incluidos un exdirector de Pemex Refinación y el primer exgobernador de Acción Nacional, que incluso la crítica pública ha dejado de prestarle atención. Nadie discute sus rutas, sus liderazgos, sus propuestas, su futuro. No hay, en los hechos, una vida política interior importante y menor aún es su respaldo con la sociedad. En ninguno de los dos partidos hay autocrítica, debate interno ni replanteamiento ideológico o estratégico. Por eso, lo que ocurre dentro del PAN o del PRI no genera noticia alguna. Y se duda si realmente son oposición o actúan como comparsa del actual partido en el poder. Y eso puede resultar todavía más grave que perder una votación, pues es volverse invisible, irrelevante, prescindible.

La situación de Movimiento Ciudadano no es mucho mejor, continúa siendo un partido de figuras, con presencia regional en Jalisco, Nuevo León y un rol ambivalente como oposición. A veces actúa como tal, pero en otras ocasiones se alinea con la 4T e incluso se le entrega, como ocurre en Nuevo León con Samuel García o aún con un gobierno alienado como el del exgobernador Enrique Alfaro Ramírez, o el actual gobernador Jesús Pablo Lemus Navarro. Por eso resulta difícil imaginar a Movimiento Ciudadano como una alternativa real al partido en el poder.

La debilidad de estos partidos no es un problema exclusivo de ellos. También lo es para el futuro de la democracia en México, no sorprende que Morena busque seguir acumulando poder y lo hace sin necesitar acuerdos con ninguna fuerza política. Ese es el proyecto político que el expresidente más influyente de la historia reciente planteó desde el inicio de su sexenio y que ha ido concretándose, principalmente al inicio del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, todo ello en detrimento de los contrapesos entre poderes y la equidad en la competencia electoral que exige una democracia representantiva.

La oposición también debe asumir y cargar con esa responsabilidad, pues no ha sabido presentarse como una real oposición, y sus estrategias han resultado fallidas, es más pareciera que no existen. Existe el antecedente de que los gobiernos el PAN y el PRI decepcionaron y generaron las condiciones para el ascenso de Morena, que presentó un slogan muy prometedor “La esperanza de México”, incluso asociado con el nombre de la figura religiosa más venerada en la sociedad mexicana como lo es la virgen de Guadalupe. Ya en la oposición siguen metidos en el escándalo como el huachicol y han abierto ampliamente el espacio para la consolidación de un nuevo régimen de partido hegemónico en el que la cancha cada vez está más dispareja en su contra.

Revertir eso exige una oposición fuerte, combatida con miras claras y con un proyecto alternativo que sea capaz de conectar con la gente. No es una tarea sencilla y con los actuales partidos opositores que tenemos, probablemente ni siquiera esté en sus planes. Sin ello no hay nada que pueda frenar el impulso de Morena, salvo su propia implosión o un estallido de desencanto y protesta social por un problema que sean incapaces de manejar.

Esperar pasivamente un desenlace así, en lugar de articular un plan propio, es la forma más clara de renunciar a su papel y, sin embargo, ahí es donde estamos es un punto muerto, lejos del escenario como el que actualmente se está dando en la principal democracia del mundo: la estadounidense en donde los demócratas, incluso derrotados debaten, se reorganizan y se preparan para volver. Es seguro que ellos regresarán algún día a la presidencia. El PAN y el PRI probablemente no y MC quizás jamás la alcance, pues lo único que se asoma son jingles pegajosos sin una oferta política que resulte clara y atractiva para la sociedad mexicana.

El paquete de reformas legislativas relacionadas directa o indirectamente con la seguridad pública e interior desnudó la incongruencia de ambas partes con su ideario y así la oposición sostiene que se legalizó el autoritarismo, la militarización, la censura y el espionaje, mientas el oficialismo jura haber sentado las bases para garantizar derechos y libertades en un marco seguro para la sociedad.

Lo cierto a decir de René Delgado en El Financiero (11-07-2025), ni se clausuró el paraíso ni se inauguró el infierno. La fuerza en el poder recreó el andamiaje jurídico e institucional necesario para implementar y ensayar su estrategia ante el crimen, prescindiendo de mecanismos de control y desmantelando o neutralizando instituciones que servían de contrapeso.

La oposición denuncia la figura del apocalipsis: autoritarismo, militarización, censura y espionaje. Sin embargo, se pierde de vista que el verdadero empoderamiento del ejército y la marina no radica en la participación en labores de seguridad, sino en la participación de labores administrativas y empresariales que antes estaban en manos del poder civil: Aduanas, Líneas áreas, tren maya, y otras actividades que les han sido concedidas.

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cacostabravo@yahoo.com.mx

Maestro en comunicación egresado de la Universidad Iberoamericana, de la cual ha formado parte del cuerpo de profesores de la licenciatura en comunicación, así como de la Universidad Anáhuac, campus norte de CDMX.