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sábado, 24 de diciembre de 2022

Lo envolvió en pañales


Los judíos formaban una nación pequeña, la cual fue sometida por el imperio romano que reunía una gran diversidad de pueblos. Debido a ese censo convocado por Quirino, gobernador de Siria de aquel entonces, José y María tuvieron que dejar la casa de Nazaret, precisamente en los días que estaba por nacer Jesús. Me parece que José, siendo descendiente de David, tenía parentela en Belén, pues ese era el pueblo de David y de su familia.

“Mientras estaban en Belén, llegó para María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito”. Bajo la ley de Moisés, se consideraba que el hijo primogénito pertenecía a Dios; es el hijo mayor quien recibía una porción doble de las posesiones de su padre y, después de la muerte de este, era responsable del cuidado de la madre. Así mismo, el macho primogénito de los animales pertenecía a Dios, toda una tradición de supremacía.

“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal”. Quienes somos padres primerizos no sabemos lo que es envolver a un bebé en pañales. Cuenta una jovencita que durante casi treinta años había escuchado la narrativa de la navidad, la cual asumía que “envolver en pañales” expresaba la pobreza del nacimiento de Jesús, “pero hoy, que tengo que envolver a ni hijo” expresa ella, “comprendo que no es así, sino que, más bien, lo he vivido con delicadeza, ternura y amor”. La protección con que una madre debe envolver a su hijo recién nacido ¡es una experiencia sin igual!

María, como toda una madre, sabe de la necesidad que todo ser humano tiene de ser “envuelto en sus brazos”. Ya lo dijo Víctor Hugo, “los brazos de una madre están hechos de ternura y los niños duermen profundamente en ellos”, poeta dramaturgo y novelista francés, considerado el máximo exponente del Romanticismo. María no solo te entiende, anima y robustece con esos mismos dotes generosos con los que la familia humana se esfuerza por humanizar su propia vida; esto va más allá, es mucho más admirable aún, ¡es la afirmación de la fe! 

Cuando se está a punto de morir y antes de quebrantar la ley, se expone en el libro segundo de los Macabeos el caso de una madre que le dice a su hijo: “Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé en mi seno y te he amamantado durante tres años, te crie y te eduqué…”. Ello refiere, en aquel momento, que le pedían quebrantar la Ley; el rey quiso obligarlos, pero no pudo, porque cuando se tiene la formación de una madre como María, ¡jamás se avergüenza uno de su fe ni mucho menos se quebranta la ley de Dios por complacer a los hombres!  

Veamos qué paso con ese niño hermoso que nació en Nazaret y fue envuelto en pañales por su madre. Después de marcharse los magos, la familia huyó a Egipto porque Herodes quería matarlo. Qué recurrente es este asunto de querer acabar con lo bueno; me hace reflexionar en el hecho de que hoy también se pretende acabar con la familia, imponiendo otros prototipos en la sociedad. Definitivamente el tiempo pasó, Jesús creció y pasó haciendo el bien. 

La madre de Santiago y Juan piden los primeros puestos; ¿quién de nosotras, las madres, no quiere los primeros puestos para nuestros hijos? Entonces la madre se Santiago y Juan se acercó a Jesús y le dijo “asegúrate de que cuando estés en tu reino se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda” refiriéndose a sus dos hijos. Hay que pensar bien lo que se pide.

Finalmente, podemos hablar sobre el enigma de la muerte de Jesús, que muere por nosotros. En efecto, Cristo murió por el pueblo, murió por todos, lo crean o no, lo acepten o lo rechacen, dándonos así la prueba suprema del amor, pero no se quedó ahí. Triunfa de ella; se enfrentó en su propio terreno y la venció en el momento en que ella creía vencerle. Penetró en los infiernos como Señor para salir victorioso.

María virgen, esposa y madre, autora de la redención en ti, se encarga del ideal de la mujer, pues ella dio nacimiento al príncipe de la vida. Gracias madre.