Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra

Ahí, en ese coso con aforo para 8 mil espectadores y
en medio de un ambiente muy alejado de la algarabía con la que fueron ungidos
candidatos Fidel Herrera y Javier Duarte, fue nombrado abanderado del PRI a la
gubernatura de Veracruz, José Yunes Zorrilla, que estuvo cobijado por el líder
nacional de ese partido, Enrique Ochoa Reza y la plana mayor del tricolor.
Quien se llevó las palmas fue el líder petrolero
Carlos Romero Deschamps, cuyo gremio ocupó casi la mitad de la plaza y fueron
los más ruidosos, al grado que el candidato lo reconoció como “hombre recio y
firme; hombre sensible al que he visto defender su gremio con valentía y con
tesón y al mismo tiempo desde su gremio, trabajar por la grandeza de México y
por el desarrollo nacional”.
Si alguien piensa que el homenaje de Pepe fue exceso
de miel para un bandido, corrupto y ladrón, se equivoca.
El PRI será un
viejo nonagenario y achacoso, pero también es un marrullero tramposo que se va
a agarrar hasta del diablo con tal de conservar el poder. Y más en esta
elección, la más difícil de su dilatada existencia.
Nadie puede cuestionar que para la presidencia de la
República, el tricolor escogió a su mejor candidato en noventa años de
existencia, y para la gubernatura de Veracruz tiene al mejor abanderado en 20
años, pero como partido carga con la peor de las imágenes; la más cuestionada,
rechazada y aborrecida por una sociedad que nomás oye la palabra PRI y se le
revuelven las vísceras.
¿Qué hacer para revertir esa tendencia en apenas
cuatro meses? Pues nada que no sea recurrir a sus viejas tácticas, viciadas de
origen. Y a priistas como Romero Deschamps que le han dado tan buenos
resultados.
Pero hay más.
Este sábado fue la última ocasión que Enrique Ochoa
Reza visitó Veracruz como presidente nacional del PRI. Sus horas como líder del
partido están contadas y su relevo será el ex gobernador de Coahuila, Rubén
Moreira, priista de pura cepa que ha sido señalado por sus paisanos de desvío
de recursos, malversación de fondos, robo, corrupción y hasta de tener nexos
con la delincuencia.
Es decir, un ladrón de primera que de acuerdo con el
periodista Salvador García Soto, violó la ley y los topes de campaña al usar de
manera abierta recursos y programas públicos con fines electorales. Gracias a
ello, logró ganar las pasadas elecciones en su estado e imponer, con la ayuda
de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación,
al actual gobernador Miguel Riquelme.
Como se puede apreciar, el sujeto no es ningún
improvisado, sabe para lo que es el dinero y lo usará en consecuencia, además
de que resultó un probado operador político-electoral.
¿Tanto ladrón apoyando a candidatos honorables no hará
mella en éstos?
La apuesta es un arma de doble filo cuyos resultados
comenzarán a verse al final del primer mes de campaña.
¿Y qué pasará con Veracruz?
Fernando Moreno Peña, que fuera designado delegado del
PRI en la entidad apenas el pasado 27 de diciembre, no alcanzó a cobrar su
primera quincena. Bien pronto dejó acéfala su oficina para irse como candidato
de su partido a una senaduría.
Para su reemplazo se habla de Beatriz Paredes que
sería una excelente delegada lo mismo que alguien con sus mismas mañas.
Pero enfrente no se están cruzando de brazos. El gobernador
Miguel Ángel Yunes Linares se dejó sentir en el ungimiento de José Yunes. ¡Y de
qué forma!
Resulta que al término del evento el líder cafetalero
Nicolás Cortés Cruz, fue detenido por policías ministeriales acusado del
homicidio doloso.
Hasta el momento ni el PRI ni los priistas han dicho
nada sobre la detención de este sujeto dueño de un historial bastante turbio. Y
quizá no abrirán la boca.
Pero una raya más al tigre no hará mella en un partido
que se está preparando con todo; literal, con todo, para dar la batalla de su
vida contra un sexagenario que ha canalizado a su favor el descontento popular
y va muy arriba en las encuestas. Y contra un chamaco inteligente y ambicioso
que no vacilaría en vender a su madre con tal de llegar a Los Pinos.
La batalla será bárbara y el viejo nonagenario marrullero
y tramposo, no dejará la plaza tan fácilmente. Peleará con uñas y dientes por lo
que considera suyo: el País.
Eso puedes apostarlo, lector.