Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Aparte del Covid-19 que sufre todo el mundo y se ha
convertido en algo muy parecido al infierno, los veracruzanos tienen que
soportar otras dos calamidades. Una es nociva, mortal, está descontrolada al
igual que la pandemia y se llama violencia. La otra desestimula, molesta,
lastima, inhibe el crecimiento económico, multiplica el desempleo, causa desamparo,
frustración y se llama Cuitláhuac García Jiménez.
La violencia es tal que ya no sorprende y menos asombra,
por mucho que se trate de asesinatos cruentos o de una familia diezmada a
balazos. En la Fiscalía General del Estado se apilan las denuncias por todo
tipo de delitos y nadie les hace caso.
“La violencia tiene años que nos rebasó, entre otras
razones porque carecemos de personal para hacer frente a todas las denuncias.
Nos han reducido todo, quitaron los apoyos en áreas prioritarias y es mucho el
arriesgue para lo que nos pagan. Cumplimos nada más por encimita y hasta ahí”,
me confesó un agente ministerial.
Medio en serio y medio en broma me dijo que desde su
perspectiva los delincuentes son inmunes al coronavirus. “Si te das cuenta siguen
‘chambeando’ a pesar del quédate en casa; los delitos de alto impacto no han
bajado, por el contrario, van a la alza. Checa el dato y verás que no miento”.
Y sí. La semana que pasó se cometieron 27 asesinatos
violentos, pero además hubo dos feminicidios, dos embolsados, dos destazados y
un calcinado. Lo que da un total de 34 crímenes. También fueron secuestradas
tres personas; un joven desapareció y sus familiares culpan a elementos de la
Fuerza Civil que fueron quienes lo detuvieron. Y un taxista fue levantado por
sujetos desconocidos.
También en la semana que se fue dos camiones y una
camioneta fueron incendiados en Coatzacoalcos; se robaron una patrulla en
Córdoba y tres taxis en diferentes puntos del estado. El día 13 un par de
sicarios ingresaron a un grupo de Alcohólicos Anónimos en Poza Rica y
dispararon contra los presentes matando a uno e hiriendo a dos. Esto sin contar
con que hubo seis asaltos violentos a tiendas departamentales y de
conveniencia. Todo esto de acuerdo con informes periodísticos.
Fue una semana realmente violenta y no me quedó más
que darle la razón al agente ministerial y preguntarle al gobernador Cuitláhuac
García ¿qué paso con su promesa de mejorar la seguridad en dos años? El plazo
se cumplió este mes y Veracruz está más violento que cuando llegó al poder.
Cuitláhuac se ha convertido en una verdadera calamidad
no porque permita el nepotismo y la impunidad; no porque haga como que la
Virgen le habla mientras sus colaboradores se despachan del erario con la
cuchara grande; sino porque no transmite seguridad, porque le falta empaque y carácter
y por consiguiente le falta autoridad.
“El ambiente cristiano de alegría por la cercanía de
la Navidad se contrasta con la realidad que la gente de nuestro pueblo vive
todos los días. Y es que no hay reunión, encuentro o conversación donde el
pueblo no lamente la situación de crisis que estamos viviendo. Se observa mucho
desconcierto e incertidumbre, hay un ambiente de desánimo y descontento social,
aunque en los discursos oficiales se diga lo contrario” dijo la Arquidiócesis
de Xalapa y qué razón tiene.
A dónde vayas, a donde te pares lector, no faltará el amigo
o conocido que después de saludarte te hable de la calamidad que ha resultado Cuitláhuac
García. Son tantos y tan variados los que lo descalifican, que a veces me
pregunto en qué closet se metieron el millón 600 mil paisanos que votaron por
él.
Si Veracruz es un desastre es porque quien lo gobierna
es una calamidad.
Una calamidad que ha permitido que crezca en 38% la
pobreza y en 45% la pobreza laboral, una calamidad que ha sido incapaz de atraer
la inversión, promover empleos y mejorar las condiciones de vida de los
veracruzanos.
Siempre habrá alguien más fregado que uno dice una
frase popular. Y es cierta.
Con la pandemia, la violencia y su gobernador,
Veracruz es el estado que sufre más calamidades. Quizá alguien me diga que
Morelos padece exactamente de los mismos dolores y es verdad. Sólo que en el
estado que mal gobierna Cuauhtémoc Blanco son un millón 900 mil los morelenses
que sufren a su gobernador (y no tienen los niveles de violencia que hay por
acá). Y en Veracruz son 8 millones 500 mil los que soportan a la calamidad de
Cuitláhuac García.
Por muy fregados que estén, proporcionalmente y por
donde le mires lector, le va menos peor a los morelenses que a mis paisanos veracruzanos.
¿Hay solución para las calamidades que padece
Veracruz? Sí, por supuesto. La solución contra el Covid es: ¡Quédense en casa,
caramba! y la vacuna. La solución contra la violencia es una autoridad con
inteligencia, con muchos pantalones y con un esquema de seguridad bien trazado.
Y la solución a la tercera calamidad es que el señor gobernador se vaya. No hay
de otra.
Mientras llegan las tres soluciones me quedo con la pregunta
que le escuché a una venerable señora: ¿Qué ofensa tan grande le habremos hecho
al Señor que cada sexenio (contando el bienio de Yunes Linares) nos manda un
gobernador peor que el anterior?