Ruan Ángel Badillo Lagos
De acuerdo con la Conferencia del Episcopado Mexicano (CPM), el 2031 V Centenario del Acontecimiento Guadalupano en el Tepeyac, no es solo una fecha para México, sino para todo el continente americano y para la Iglesia universal. Las apariciones de la Virgen de Guadalupe poseen un marcado sentido social, pues su papel radica como un poderoso símbolo de unidad, identidad y resistencia para el pueblo mexicano. Su imagen reúne rasgos mestizos que expresan la unión de las culturas indígenas y española en la antigua Nueva España.
A lo largo de la historia la imagen de la Guadalupana se ha convertido en un emblema e icono de identidad y resistencia social, principalmente en tiempos de adversidad. Su cercanía maternal se centra en un mensaje de amor, consuelo y protección el cual ofrece fortaleza a millones de fieles de todo el mundo, en especial a quienes más padecen. Este mensaje de “no estoy yo aquí que soy tu madre” permanece vigente y esperanzador, esto crea un sentido de comunidad y apoyo mutuo. Esta cohesión social organiza comunidades enteras, moviliza peregrinos y sostiene celebraciones que fortalecen lazos sociales y generan una economía local significativa.
Surge el deseo de unir la propia voz a este acontecimiento que el pueblo mexicano eleva hoy a la Madre de Dios. La devoción a la Virgen de Guadalupe debe mantenerse como una exigencia constante para vivir los principios cristianos auténticos. Su presencia inspira una participación humana y espiritual sustentada en mandamientos que resumen el mensaje evangélico. Ella guía ambos caminos. En primer lugar, invita a colocar a Cristo en el centro de la vida; con suprema humildad se reconoce esclava del Señor y orienta su amor hacia Él haciendo su voluntad. Por ello, recuerda que un cristiano demuestra solidaridad al apoyar y solucionar situaciones de quienes aún carecen de pan a su mesa, de la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado. No es correcto permanecer indiferentes mientras existan personas sin un pedazo de pan para llevar a su casa.
Por este motivo, en esta fiesta tan importante se exhorta de corazón a dar un paso con sentido social para impulsar el progreso de todos los ciudadanos de este pueblo. Quien posee mucho debe asumir su obligación, y quien posee menos tampoco debe hacerse a un lado; ambos tienen la responsabilidad de ayudarse mutuamente y vivir una justicia social compartida. Así se forja un mundo nuevo, una nueva era. Si alguno dice: yo amo a Dios, y no ama a su hermano entonces está mintiendo. Muéstrate, pues, amigo y defensor de las personas, como lo hace la Santísima Virgen María en su advocación de María de Guadalupe: yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive.
En este momento de crisis y tensión que vive el país, la celebración de la Virgen de Guadalupe adquiere un significado profundo de consuelo, resistencia y solidaridad. Su mensaje de amor ofrece un sentido social significativo para lograr un encuentro genuino con Dios y con los propios paisanos.
