Por Miguel Ángel Cristiani G.
¿Puede una ciudad cambiar solo porque cambia quien firma los
oficios? Xalapa amanece con una nueva alcaldesa, Daniela Griego Ceballos, y con
ella una narrativa poderosa: la primera mujer de izquierda que gobernará la
capital veracruzana, respaldada por un cabildo mayoritariamente femenino y
alineada al proyecto nacional de la Cuarta Transformación. La historia comienza
bien. Pero la política, como la vida, no se mide por discursos inaugurales,
sino por resultados verificables.
El hecho es relevante. No por la foto ni por la consigna,
sino por lo que simboliza. Xalapa no es cualquier municipio: es capital, es
termómetro político, es laboratorio administrativo y, en no pocas ocasiones,
vitrina de contradicciones. Gobernarla implica algo más que buena voluntad
ideológica. Exige carácter, oficio y una comprensión profunda de sus inercias,
rezagos y resistencias.
Daniela Griego llega con credenciales que no pueden
desestimarse. Más de tres décadas en la vida pública, una trayectoria ligada a
causas sociales, experiencia legislativa y un antecedente clave: el rescate
financiero del Instituto de Pensiones del Estado. Ese dato no es menor. En
Veracruz, ordenar finanzas es casi un acto revolucionario. Quien ya caminó ese
pantano sabe que la administración pública no se transforma con consignas, sino
con decisiones incómodas.
Ahora bien, gobernar Xalapa no es administrar una
dependencia, ni legislar desde la tribuna. Es lidiar con una ciudad desigual,
con periferias olvidadas, movilidad colapsada, crisis hídrica intermitente,
servicios públicos rebasados y una ciudadanía cada vez más informada, pero
también más exigente y menos tolerante al pretexto. La capital no quiere
discursos: quiere calles transitables, agua constante, seguridad cotidiana y un
gobierno que escuche sin simular.
Se ha dicho —y se ha repetido— que este será un gobierno
humanista, austero, cercano y honesto. El problema no es la promesa; es el
desgaste del lenguaje. La Cuarta Transformación ya no vive de expectativas,
sino de saldos. Morena gobierna Xalapa por tercera ocasión consecutiva. Eso
elimina cualquier coartada. Lo que no se resolvió antes, hoy se cobra con
intereses políticos.
El anuncio de los primeros 100 días es ambicioso:
pavimentación, agua, drenaje, residuos, apoyos sociales, cultura, salud,
predial eficiente. Todo suena bien. Demasiado bien. El riesgo está en querer
abarcar todo sin priorizar lo urgente. Gobernar también es elegir qué no se
puede hacer al mismo tiempo. La eficacia no se mide por la cantidad de
programas, sino por su impacto real y medible.
Hay, sin embargo, un elemento que merece atención especial:
el cabildo. Mayoría de mujeres, pluralidad política y un discurso de
deliberación democrática. Bien. Pero la democracia no se decreta: se ejerce. Un
cabildo fuerte puede ser contrapeso o comparsa. Puede enriquecer decisiones o
diluir responsabilidades. La historia municipal está llena de órganos
colegiados que levantan la mano sin leer el orden del día. Ahí se jugará buena
parte de la credibilidad del nuevo gobierno.
La alineación con la presidenta Claudia Sheinbaum y con la
gobernadora Rocío Nahle es, políticamente, una ventaja. Recursos, respaldo y
coordinación. Pero también es una prueba. Cuando todo el poder coincide, no hay
a quién culpar. La capital será escaparate del discurso nacional de buen
gobierno. Si falla, el costo no será local: será simbólico.
Y aquí conviene una dosis de escepticismo sano. La izquierda
en el poder tiene una deuda histórica: demostrar que puede gobernar mejor, no
solo diferente. Combatir la corrupción no basta; hay que prevenir la ineptitud.
La austeridad no debe ser sinónimo de precariedad administrativa. La
participación ciudadana no puede reducirse a foros para legitimar decisiones ya
tomadas.
Xalapa no necesita épica. Necesita gestión. No necesita
heroísmos, sino servicios que funcionen. No necesita promesas largas, sino
evaluaciones cortas. Si Daniela Griego logra convertir el discurso de justicia
social en políticas públicas eficaces, habrá hecho historia. Si no, será una
alcaldesa más atrapada en la retórica del cambio.
El poder ilusiona, sí. Pero también obliga. Y Xalapa, ciudad
crítica y memoriosa, sabrá cobrar cada palabra empeñada. El reloj ya empezó a
correr. Y en política, el tiempo no perdona.
