"Lámpara es tu Palabra para mis pasos, una luz en mi sendero" (Sal 119, 105)
II Domingo Adviento. Ciclo A
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Hemos llegado al segundo domingo de Adviento de este nuevo ciclo litúrgico y nos estamos preparando para recibir al Señor que viene. El evangelio de este domingo (Mt 3, 1-12) nos presenta una de las figuras típicas del Adviento, Juan el Bautista con su mensaje de conversión. “Conviértanse porque está cerca el reino de los cielos”.
La venida del Señor no puede pasar desapercibida en nuestras vidas, su presencia es una invitación a entrar en un periodo de renovación interior; de otra manera su visita se vuelve intrascendente. Por ello la invitación del Bautista a convertirse es muy apropiada para este periodo previo a la navidad.
Los primeros cristianos identificaron a Juan el Bautista con el mensajero que anunciaron los profetas (Is 40, 37), o con Elías (2 Re 1, 8) que según la tradición judía sería el precursor del Mesías (Mt 11, 14; 17, 11; Mal 3, 23-24). De acuerdo con esta interpretación Jesús aparece como el Mesías esperado y Juan el Bautista como su precursor. Para el evangelista san Mateo, la presencia de Juan Bautista inaugura la llegada del reino de Dios y es un signo auténtica de su presencia.
Convertirse (metanoia) equivale a cambiar de vida, por lo tanto a una transformación profunda. No se reduce a un mero cambio de ideas o a un cambio superficial; no se reduce tampoco a confesar simplemente y reconocer lo negativo en lo que se ha caído, como cuando uno se arrepiente de algo mal que ha hecho. No basta el arrepentimiento, se necesita la conversión profunda porque ésta nos lleva al cambio de nuestra vida.
La conversión es un cambio radical y total que afecta todo nuestro ser y toda nuestra existencia, porque con el pecado también todo nuestro ser se transforma. Esta conversión toca entonces toda nuestra existencia y nos lleva a vivir y a actuar conforme a la voluntad de Dios. La conversión toca nuestro modo de proceder, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y todo lo que somos. Mediante la conversión uno se vuelve a Dios y empieza a actuar conforme a su voluntad y al proyecto de vida que nos ha revelado por medio de su Hijo Jesús.
El evangelio de este domingo no sólo nos invita a la conversión también nos muestra el modo y el ambiente más propicio para favorecer esta experiencia de preparación. Juan el Bautista está en el desierto, se alimenta y vive de una forma especial. El adviento por lo tanto es ocasión para entrar en este ambiente.
Necesitamos como el Bautista alejarnos del ruido y crear nuestro propio desierto, es decir favorecer un ambiente de silencio interior que nos ayude a encontrarnos con Dios. También será necesario cultivar la austeridad como el Bautista; eso nos ayudará a ser solidarios con los demás y con quienes no tienen lo necesario para vivir. Nos ayudará a escuchar las múltiples voces de los pobres, de los campesinos, de os agricultores, de los ancianos, de los enfermos, los jubilados o de los jóvenes que no tienen un proyecto de vida y deambulan por la ciudad o en las periferias existenciales y son víctimas de las ambiciones humanas; las voces de quienes buscan a sus desaparecidos y las víctimas de la violencia y la corrupción.
¡Ven Señor Jesús!
