Por Miguel Ángel Cristiani G.
Hay decisiones que revelan más del estado de una
democracia que cualquier discurso solemne. Una de ellas es, sin duda, la
selección de quienes reciben los honores cívicos creados para recordar a los
personajes que marcaron el rumbo del país. Por eso vale la pena preguntarnos
—sin ingenuidad, pero con esperanza— si la LXVII Legislatura dimensiona lo que
significa otorgar la Medalla Adolfo Ruiz Cortines. No se trata de un
reconocimiento menor ni de una postal protocolaria: es un acto que debería
encarnar la probidad, la honestidad y la templanza pública de la que el propio
Ruiz Cortines fue ejemplo.
La Comisión Especial del Congreso acaba de
presentar la terna para la edición 2025: María Luisa Bandala Pantoja, Emilio
Álvarez Mikel y, para orgullo del gremio periodístico, el veracruzano Raúl Peimbert
Díaz. Su sola presencia en la lista bastó para que numerosas agrupaciones
de comunicadores celebraran la noticia. Y no es casualidad. En un oficio tan
golpeado por la precariedad, la violencia y la manipulación política, Peimbert
ha sostenido —durante décadas— una trayectoria que no se compra, no se
improvisa y no se hereda: se construye, a pulso, frente a la cámara, detrás del
micrófono y, sobre todo, de cara a la audiencia.
Es justo aquí donde conviene recordar el contexto
histórico. Ruiz Cortines no fue un santo, pero sí un político singular en un
país acostumbrado a la simulación. Pacificó el campo veracruzano, duplicó los
fondos fiscales del estado e impulsó obras que trascendieron administraciones.
En 1954 fundó el Campo Experimental Cotaxtla, convencido de que el conocimiento
científico no era un lujo, sino la base del desarrollo. Ese compromiso con el
servicio público —sobrio, eficaz y sin aspavientos— es la vara con la que debe
medirse a quienes aspiran a recibir la medalla que lleva su nombre.
Por eso la discusión no debería centrarse en quién
tiene más relaciones políticas ni en quién posa mejor en la foto legislativa,
sino en quién representa, con hechos, la ética del servicio. Los integrantes de
la Comisión —Bertha Rosalía Ahued Malpica, Urbano Bautista Martínez, Elizabeth
Morales García, Felipe Pineda Barradas y Adrián Sigfrido Ávila Estrada—
afirmaron que su terna deriva de una valoración rigurosa de trayectorias. Pues
bien: ojalá esa valoración permanezca intacta cuando el Pleno de los diputados
vote, sin dejarse arrastrar por presiones partidistas o acuerdos de coyuntura.
No se pide milagros, solo congruencia. Si la
Legislatura desea honrar a Ruiz Cortines, debe actuar como él: con seriedad,
con sentido de Estado y con respeto al mérito. En ese marco, el reconocimiento
a un periodista de talla internacional como Raúl Peimbert enviaría un mensaje
claro: que Veracruz entiende la importancia de la libertad de expresión, de la
responsabilidad informativa y del compromiso con la verdad. Tres valores que
nunca han sido fáciles ni cómodos para el poder, pero que son indispensables para
la vida democrática.
La pelota está en la cancha del Congreso. Ojalá
esta vez prevalezca el espíritu republicano sobre el cálculo político. Y que la
medalla no se convierta en un trámite más, sino en lo que siempre debió ser: un
homenaje a la integridad.
