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martes, 20 de abril de 2021

La Silla Embrujada


Por Raúl Arróniz de la Huerta

El 6 de diciembre de 1914 llegaron los caudillos a Palacio Nacional y en medio de una multitud, Francisco Villa, con la ironía que lo caracterizaba le preguntó a Zapata, ¿y por eso nos estamos matando? Y se sentó en la silla presidencial. Emiliano Zapata se quedó a su lado, pero no quiso sentarse porque dijo que la silla estaba maldita, porque “el que se sienta en esa silla se vuelve loco”, de hecho, Eufemio, su hermano, trató de quemarla para acabar con la maldición.

Hoy veo con tristeza que aquellos dos grandes héroes de la revolución no se equivocaron.

¿Y por eso nos estamos matando?

El poder, la avaricia, el ego, están moviendo de nuevo lo hilos, jugando con sus participantes, tentándolos, sacando lo peor de cada uno. Yo soy, yo soy el único capaz de lograrlo, yo, yo, yo. 

No veo a nadie hablando de la gente, del pueblo, de lo que debería moverlos a todos, aquello, como lo dije la vez pasada, que es lo que realmente importa: Córdoba.

No importa quien quede, no importa quien gane, lo repito mil veces, lo importante es Córdoba, este es nuestro hogar y por él debemos pelear. No entre nosotros, divididos no lograremos nunca salir adelante. Se trata de construir, no destruir, de unir, porque nuestras diferencias nos tienen que enriquecer no separar.

En política no debe ganar quien logre destruir a los demás, no es el Coliseo romano. Sino el que tenga la visión para sacar adelante la ciudad y la sensibilidad para escuchar al pueblo.

Hay que voltear a ver a la gente, escucharla, y construir de la mano de todos una nueva ciudad.

Hay que quemar la silla que tanto daño le ha hecho al pueblo, necesitamos encontrar a un Eufemio que la quemé y acabe con esa maldición.

Es por Córdoba, no por la Silla

Es por los cordobeses que piden a gritos un cambio