Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Tras el cruento asesinato de varios miembros de la
familia LeBarón ocurrido este lunes en los límites de Chihuahua y Sonora, el
presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a echarle la culpa a los de atrás
al responsabilizarlos de la violencia. El mandatario sostuvo que la inseguridad
no se originó el día que inició su administración y tiene razón; la pesadilla
tiene al menos doce años.
Pero debe saber que 30 millones de mexicanos lo
eligieron entre otras cosas, para que acabe con la pandemia de la violencia que
ya es intolerable y no para que se la pase repartiendo culpas.
En once meses de su gobierno van 15 masacres entre las
que destacan Minatitlán, Coatzacoalcos, Aguililla, Iguala y la de este lunes con
el saldo trágico de tres mujeres y seis niños asesinados.
López Obrador debe actuar como presidente porque para
eso fue votado y no como predicador. A los mexicanos (devotos creyentes de un
carpintero de Nazaret en su gran mayoría) les importa un pito que a éste lo
hayan perseguido por defender a los pobres. Lo que quieren ya ahora, son
soluciones para inhibir la violencia que los agobia y no mensajes religiosos.
También quieren que el presidente deje de burlarse, de
humillar y balconear a quienes no están de acuerdo con su manera de gobernar. Quieren
que deje de ser gandalla y grosero con sus adversarios a quienes incluso les ha
inventado mentiras.
El descontento popular ya se respira en el ambiente
mientras el presidente sigue “fusilando” desde el paredón de sus conferencias
mañaneras a quien se le ponga enfrente. Y esto en lugar de unir, polariza más y
acarrea pésimas consecuencias.
Nomás hay que ver la de mentadas que recibió el
gobernador Cuitláhuac García cuando, a propósito del presunto golpe de Estado tuiteó:
“El ‘golpe’, que ni lo sueñen los conservadores, se les convertiría en
pesadilla de inmediato: el pueblo heroico de #Veracruz y al menos 6 gobernantes
les impediríamos tan solo el intento”.
La soberbia del ingeniero mecánico electricista le
impide ver que a nueve de cada diez habitantes del “pueblo heroico” no les
desagradaría que ya se fuera. Y en cuanto a alzarse contra los “conservadores”
para detener una intentona golpista que sólo está en la calenturienta mente de
su mesiánico jefe, que ni lo sueñe.
A pesar de que en estos once meses ha habido más
muertes violentas que en el mismo periodo de sexenios anteriores, AMLO no le
baja a su discurso sospechosamente pacifista de no combatir la violencia con la
violencia. Y para colmo miente.
El 22 de abril luego de la masacre de Minatitlán (con
saldo de 14 muertos) y mes en que se registraron 2 mil 731 homicidios dolosos
en el país, Andrés Manuel prometió que en seis meses bajarían los niveles de
violencia. Pero seis meses después, el 22 de octubre, el Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad, dio a conocer el registro de 2 mil 825
muertes violentas en septiembre.
La matanza de este lunes provocó que el actor Gael
García posteara: “Dan ganas de clausurar el país a cada rato. Qué tristeza.
Cada feminicidio, cada asesinato, cada injusticia en contra de niños y viejos.
Terrible lo que sucedió ayer. Lo que sucede diario, carajo. Qué tristeza”.
Minutos después agregó: “Si no cambia el gobierno y
@lopezobrador_ de narrativa para asumir sus responsabilidades ¿Para qué
chingados votamos por ustedes? Más vale que asuman por completo su
responsabilidad y hagan lo imposible para que esto no suceda más”.
Malo por Gael porque con estos dos mensajes se acaba
de echar un alacrán en la espalda que no tarda en balconearlo desde el Palacio
Nacional. Pero a la vez bueno porque el actor dijo lo que millones de mexicanos
quieren gritar.
El ataque a los LeBarón (ciudadanos norteamericanos) provocó
que el senador republicano Lindsey Graham dijera, “Hay partes tan peligrosas en
ese país, que prefiero ir a Siria que a México”. Y tiene razón, cada 15 minutos
en promedio es asesinada una persona en algún punto de la República. Es decir,
cada hora hay cuatro muertos y cada 24 horas se registran 96.
Pero AMLO dice que vamos bien y no hay nada que temer.