Por Miguel Ángel Cristiani
"Cuando
los órganos electorales se convierten en cómplices del poder, la democracia
deja de ser una promesa y se convierte en una farsa".
La
reciente denuncia pública de Luis Carbonell de la Hoz, dirigente estatal de
Movimiento Ciudadano (MC) en Veracruz, contra el Organismo Público Local
Electoral (OPLE), va mucho más allá de una inconformidad partidista. Es una
señal de alarma sobre la descomposición institucional en uno de los pilares
fundamentales de la vida democrática: la organización y legalidad del voto
ciudadano.
Carbonell
no se anduvo con rodeos: calificó al OPLE como “el peor del país”, acusándolo
de complicidad, manipulación y fraude institucional. Señaló hechos graves:
alteración de papelería electoral, apertura indebida de bodegas, y una supuesta
operación interna para torcer la voluntad popular en municipios como Poza Rica
y Papantla. La acusación es de gran calado, porque toca la médula de la
legitimidad democrática. No se trata solo de irregularidades; lo que se
denuncia es un entramado de corrupción desde el interior del órgano electoral.
Si lo que
afirma Movimiento Ciudadano se acredita —y ahí está el reto jurídico, ético y
político—, estaríamos frente a uno de los fraudes más vergonzosos de la
historia reciente en Veracruz. No se puede minimizar. La gravedad obliga a
instituciones como la FEPADE y la Fiscalía estatal a actuar con prontitud y
transparencia. Y no solo para investigar —que es lo mínimo— sino para
sancionar, reparar y, sobre todo, recuperar la confianza pública.
A la par
de la denuncia, MOVIMIENTO CIUDADANO presume con cifras y resultados un avance
electoral significativo: la conquista de diez municipios de alto valor
estratégico y poblacional, que lo colocan como la segunda fuerza política en el
estado. Este dato, a pesar de los pesares, no puede pasar desapercibido. No es
solo un fenómeno coyuntural. Es la expresión de un hartazgo social que se
canalizó electoralmente.
Municipios
como Poza Rica, Papantla, Tihuatlán, Misantla, Las Choapas, Nanchital,
Ixhuatlán del Sureste, Jáltipan, Paso de Ovejas, Úrsulo Galván y La Antigua
forman un corredor político-electoral de gran peso territorial y económico. Y
no es casualidad que hayan virado hacia la opción naranja. Hay una lectura que
debe hacerse con seriedad: mientras el oficialismo y otros partidos
tradicionales se desgastan en pactos de sobrevivencia, Movimiento Ciudadano ha
tejido una base social y territorial que comienza a rendir frutos.
En
palabras de Carbonell, no hay municipios pequeños. Esa visión horizontal de la
política local es la que comienza a marcar una diferencia real en la forma de
gobernar y de hacer campaña. Movimiento Ciudadano apuesta por candidaturas
jóvenes, propuestas de arraigo y una narrativa de reconstrucción institucional.
Que hayan ganado en la Sierra de Zongolica, en Maltrata y en municipios del sur
industrial, habla de una estrategia que combina territorio, discurso y estructura.
Uno de
los señalamientos más duros del dirigente de MOVIMIENTO CIUDADANO es contra lo
que él llama “el INE de rodillas”. Al evocar figuras como José Woldenberg
—referente de la autonomía electoral en los albores del siglo XXI—, lo que se
denuncia es una regresión institucional grave. Pasamos de un IFE ciudadano a un
sistema electoral cada vez más subordinado a los intereses del poder. No es
nuevo, pero sí cada vez más descarado.
Si
permitimos que los órganos encargados de velar por la legalidad electoral sean
capturados por intereses políticos o económicos, entonces no hay alternancia
posible. El voto se convierte en ficción. La democracia, en una fachada. Lo que
está en juego, como bien advierte Carbonell, no es una elección más, sino la
posibilidad misma de que los veracruzanos puedan cambiar su realidad a través
de las urnas.
Movimiento
Ciudadano ha puesto sobre la mesa una propuesta clara: construir desde las
regiones, con gobiernos locales que representen dignamente a sus comunidades.
No es poca cosa. En un Veracruz asolado por décadas de corrupción, abandono
institucional y retroceso económico, cualquier alternativa viable debe pasar
por una reconstrucción territorial.
Veracruz
fue en otro tiempo un referente nacional: en infraestructura, en turismo, en
producción agrícola y cultural. Hoy, en contraste, tenemos carreteras
destrozadas, un Museo del Tajín en el abandono, comercio informal sin
regulación, y una clase política más interesada en repartirse cuotas que en
servir al pueblo. La denuncia contra el OPLE es apenas la punta del iceberg.
La
verdadera transformación comienza con elecciones limpias, transparentes y
confiables. Y para eso, urge reformar a fondo los órganos electorales,
devolverles su carácter ciudadano, profesional y autónomo. No basta con
indignarse. Hay que actuar, denunciar, proponer y construir.
Veracruz
merece mucho más que un OPLE sumiso. Merece instituciones fuertes, autoridades
íntegras y una ciudadanía activa. Lo que hoy denuncia Movimiento Ciudadano debe
ser investigado y debatido con seriedad. No por interés partidista, sino por
responsabilidad democrática.
Porque si
el voto ya no cuenta, entonces, ¿qué nos queda?
Solo la voz. Y hay que usarla. Con dignidad. Con firmeza. Con memoria. Y con
futuro.