RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS
El verano es una de las cuatro
estaciones del año; con un clima cálido, nos abriga entre la primavera y el
otoño. Las temperaturas en esta época son elevadas, los días son largos y las
noches cortas, lo cual obedece a la inclinación del eje de la Tierra, que hace
que los rayos del sol incidan directamente en ciertas regiones. El verano
coincide con la temporada vacacional, periodo de descanso que las personas
aprovechan para pasear y el esparcimiento. Esta época es muy hermosa porque se
celebran festivales, eventos artísticos y culturales, reuniones al aire libre o
simplemente se utilizan para el descanso.
Se me viene a la memoria la
famosa canción “Amor de verano” que cantaba Roberto Jordán, en la cual hace alusión
a un primer amor surgido en esta estación. El amor es el motor que mueve todas
las cosas; cualquier bien que una persona busca generar en otra demuestra amor
hacia sí mismo. ¿Cómo puede existir un auténtico amor por otro sin salir de uno
mismo? El egoísmo y el altruismo en una sociedad hedonista y materialista,
habituada a sentir y actuar como un consumidor del placer, demuestran que todo
es instrumental, para el propio bien; se busca un bien meramente sensible,
porque el “Yo”, el cuerpo, en la búsqueda de placer, no puede salir de sí mismo
para buscar el bien del otro o los otros.
El amor está entre mi bien y
el bien del otro
El amor es siempre el mismo.
Por amor, Dios creó la tierra y por amor envío a su Hijo unigénito para
salvaros; entonces, el motor de la voluntad de Dios es el amor. El hombre,
antes de llegar a esta cima, “el amor”, debe purificar las concepciones
totalmente humanas que forma de este, ya que la palabra designa muchas cosas
diferentes, carnales, espirituales, pasionales, pensadas, graves o ligeras. La
palabra amor tiene tantos armónicos como acordes, posee una melodía, pero
designa el deseo, la búsqueda y la realización del bien a otra persona para
contribuir a su plena realización. Salir de uno mismo para buscar el bien del
otro es una libre adhesión a la voluntad de Dios. Así como el esposo y la
esposa se aman con un amor fuerte, de entrega cotidiana, que también se dirige
hacia los hijos y familiares, ese amor habla por su ejemplo y sus obras. El
amor de los padres se expresa entonces de una forma que no puede ser superada
por nada. La gratitud que debe existir entre los que se aman es importante
porque denota un amor recíproco que trasciende fronteras.
La adhesión al amor no solo es cuestión de encuentro físico
ni de razonamiento; hace falta el don del Espíritu Santo que crea en el hombre
el verdadero amor, así que derrama en nosotros un amor que nos apremia y sale
de nosotros mismos para entregarse a los demás. La estación del verano es un
periodo para amar con profundidad, amar a Dios y amar al que está a tu lado,
incluido el que no te ama.