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jueves, 18 de junio de 2020

Ricardo Yáñez, poeta/1

Muchos lectores han tenido la amabilidad de comunicarse para comentar que les parece muy bien eso de que dedique algunas entregas de esta columna al tema de la poesía y los poetas, en esta época tan ganada para la atención por el virus innombrable.
Algunas sapientes lectoras confiesan que los poemas que he publicado de grandes creadores veracruzanos les han servido como lectura de entretenimiento y de acceso a textos de alta calidad en su forma y su contenido. Esto, me dice una de ellas, es magnífico como distractor -en el mejor sentido de la palabra- para salirnos de la monomanía de la cuarentena y la Covid-19.
Así que regreso ahora con uno de los poetas mayores de la generación nacida a mediados del siglo pasado. Ricardo Yáñez es uno de los mejores escritores vivos de Jalisco, si no el que más, que es la entidad en donde se originó, vive o pervive el grueso de nuestros más importantes vates.
Y Ricardo es además un gran hombre: sencillo, afable, generoso con su talento y su conocimiento. Por eso muchos poetas le deben su formación o la mejora notable de sus textos.
Nació en Guadalajara el 3 de abril de 1948. Estudió Letras en la UdeG y en la UNAM y tiene una vasta carrera literaria que lo ha llevado a merecer premios y distinciones importantes. Muchos lo reconocen como el referente de los poetas de México en la actualidad, y en verdad que no es exageración.
Es “creador de una metodología para el desarrollo de seminarios y talleres de Creación Literaria, que ha aplicado en múltiples ciudades del país”, muchas veces, me consta personalmente, poniendo de su bolsillo para llevar la preceptiva poética a infinidad de jóvenes creadores mexicanos.

En 2004, El Aduanero y La Jornada auspiciaron la grabación del disco “Quizá en agosto”, que reúne ocho composiciones suyas.
Por hoy les dejo el poema de Ricardo que en lo personal más me gusta. Y mañana nos dedicamos a otros versos suyos… entre ellos un inédito en exclusiva para ustedes.

Tú aún no usabas chanel 
usabas avón todavía
era aquella tarde bajo los árboles
tarde de mucho viento y nubes de lluvia
tú llevabas tu vestido verde
aquel de rayas verdes y más verdes ligerísimo
y yo llevaba tres pesos y huaraches y un libro yo creo que ladera este
nos besamos claro y las hojas de los árboles removíanse
y las hojas secas en el suelo de hojas secas también removíanse
y crujían las hojas secas sobre nuestros cuerpos abrazados…

sglevet@gmail.com