Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
El domingo el INEGI dio a conocer una información de
esas que en otros tiempos se catalogaban como no aptas para cardiacos. En el
mes de abril doce millones mexicanos pertenecientes a la población
económicamente activa se quedaron sin empleo. Doce millones.
Lo anterior de acuerdo con la Encuesta Telefónica de
Ocupación y Empleo levantada por ese Instituto. No es un invento, es
información fidedigna y confiable, pero el presidente López Obrador la pasó por
alto y dijo que en abril se perdieron 550 mil empleos y cuando se tengan las
cifras de mayo no van a llegar a 350 mil los empleos perdidos.
¿Mintió como es su costumbre? Nomás a medias porque se
basó en información proporcionada por el IMSS, aunque mintió en la cantidad. No
son 550 mil los empleos perdidos en abril, el IMSS dijo que fueron 1 millón 350
mil empleos formales.
¿Entonces mintió el INEGI? No, nunca. De los doce
millones de mexicanos sin chamba, diez millones pertenecen al comercio informal
y sólo dos millones tenían un empleo formal. Si estos dos millones no empatan
con el millón 350 del IMSS es porque últimamente las cifras no son muy claras
en ese Instituto.
Pero el presidente manifestó: “Tengo fe, tengo
esperanza en que vamos a reactivar pronto la economía y se va a garantizar el
bienestar de la gente”.
Alguien debería decirle que gobernar con buenas
intenciones no es la mejor manera de gobernar.
¿De dónde sacará dinero para apoyar a esos diez
millones de desempleados?
Puede haber una manera aunque…
Recordarás lector que en abril AMLO se aventó el
enésimo round con los miembros del Consejo Coordinador Empresarial al denunciar
que algunas empresas debían 50 mil millones de pesos al SAT “que serían de
mucha utilidad para los programas sociales”. Incluso envió una carta al
presidente de ese organismo Carlos Salazar, con los nombres de los deudores.
Bien, los empresarios ya dieron un abonito de 17 mil
millones de pesos. ¿Qué espera el presidente para comenzar a repartirlos?
Nada más en una cuadra de Xalapa, el parque Juárez,
hay 80 trabajadores informales entre boleros, eloteros, vendedores de globos y
de comida que no han recibido ni un quinto de apoyo y llevan días exigiéndoselo
al gobernador Cuitláhuac García.
Y como ellos hay miles, cientos de miles, diez
millones a lo largo y ancho del territorio nacional. Muchos han metido sus
papeles desde el primer día en que el presidente anunció que los apoyaría… y
hasta la fecha.
El problema es que esos apoyos no son lo que
aparentan. Y va un ejemplo: Cien mil millones de pesos son una cantidad más que
respetable, pero si lo dividimos entre cuatro millones ya no lo son tanto,
porque toca de a 25 mil pesos que son los que están recibiendo los pequeños y
micro empresarios y no les alcanzarán para mucho.
Y no todos los apoyos están llegando a sus
destinatarios, alguien se los está clavando.
En el caso de los 17 mil millones le tocarían de a 1,700
pesos a cada uno de los diez millones de informales desempleados que alcanzarán
cuando mucho para dos despensas. Y eso si el presidente no ordena que ese
dinero se eche al hoyo de Pemex.
A estas alturas del partido, era para que Andrés
Manuel ya se hubiera dado cuenta que no es regalando dinero como va a derrotar
a la pobreza sino con empleos. El problema es que los empleos los crean los
empresarios y el tabasqueño les tiene odio patológico.
¿Qué hará cuando se acabe el dinero? ¿Qué hará con los
pobres y miserables que proporcionalmente se han multiplicado más que en el
sexenio anterior? ¿Qué hará con los desempleados que habrá en los próximos
meses? ¿Qué va a hacer cuando todos salgan a las calles a exigirle trabajo?
Alguien me dijo que ante tanto problema Andrés Manuel
muestra un temple que no han tenido sus antecesores. Pero yo creo que no
dimensiona las broncas por venir.
Como candidato prometió trabajo, sustento, mejor
educación, mejores sistemas de salud y mucha seguridad. Y nada ha dado como
presidente.
Sigue creyendo que con discursos setenteros que
polarizan e incitan a la violencia domará a la fiera. Y nadie le ha hecho entender
que un mal día esa fiera le puede dar una tarascada.