Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
De acuerdo con Transparencia Internacional los diez
países más corruptos del mundo son: Somalia, Sudán del Sur, Siria, Afganistán,
Yemen, Sudán (del Norte), Libia, Corea del Norte, Guinea-Bisáu y Guinea
Ecuatorial. En contrapunto, los diez países menos corruptos son: Dinamarca,
Nueva Zelanda, Finlandia, Singapur, Suecia, Suiza, Noruega, Holanda, Canadá y
Luxemburgo.
En este listado donde se califica a 180 de los 192
países que existen en el planeta, México ocupa el lugar 135 de la tabla, por
debajo de países como Brasil, Argentina y Honduras. Y esto lo coloca como uno
de los más corruptos de América Latina.
¿Existe un país donde no haya corrupción? No, no
existe. Todos la padecen en mayor o menor medida. Por eso cuando el Presidente
López Obrador dice que en México se acabó la corrupción me causa una ternura infinita.
La corrupción en este país no se acabará por decreto,
lo deseable es que disminuya, pero para eso tendrán que pasar muchos años.
En el siglo XIX Noruega era uno de los países más corruptos
del mundo y tuvieron que pasar más de 150 años para que enderezara el camino.
¿Cómo lo lograron los noruegos? A base de una educación que contempla los
valores morales y cívicos. Y esto se combinó con severos castigos a los
corruptos. ¿Resultado? Ahora ocupan el séptimo lugar entre las naciones menos
corruptas.
Hace setenta años Singapur era un pueblo pobre donde
lo que sobraban eran bandoleros y corruptos. Hoy es una de las economías más
poderosas del orbe con un crecimiento anual promedio del 9% (inalcanzable para
México cuyo crecimiento no ha pasado del 2% en los últimos 40 años), y es el
cuarto país con menos corrupción a nivel mundial.
Con Noruega la receta fue el tiempo combinado con buena
educación; con Singapur la receta fue el trabajo. Pero ninguna de estas dos
naciones combatió la corrupción con ensalivada retórica como lo pretende AMLO.
No sé si recuerdes lector, pero a los pocos días de
asumir su mandato el tabasqueño sorprendió hasta a sus mismos partidarios
cuando dijo que por el simple hecho de tomar posesión, la corrupción se había
acabado en el país. Y lo ha repetido intermitentemente en sus mañaneras y en
sus giras de fin de semana.
El 18 de noviembre afirmó que en México se había
terminado la corrupción y el “bandidaje oficial”. Pero la corrupción sigue y no
se va a acabar nomás porque el señor lo dice. Tampoco con cartillas morales,
sino con educación y trabajo.
Este domingo en su natal Macuspana señaló: “Hay
quienes nada más están pensando en cómo se encaraman en los puestos públicos
para sacar provecho personal… ¿Dónde están los ideales y los principios y el
amor al pueblo? Ya, al carajo los ambiciosos y los corruptos. Y va parejo”.
Y los corruptos nomás se rieron.
Si en efecto quiere acabar con la corrupción podría
empezar por Veracruz donde el nepotismo, el multimillonario subejercicio, la
adjudicación directa en las pocas obras y en los servicios para el gobierno
estatal, son insultantes casos de corrupción.
También hay casos de corrupción que fomentan la violencia,
el desabasto de medicamentos, el desempleo, la falta de maestros en las
escuelas, la falta de servicios y la falta de inversión.
Y de los corruptos ni hablar porque en Veracruz
sobran; desde los altos funcionarios hasta burócratas de medio pelo. Salvo
honrosas excepciones, todos se levantan por las mañanas en busca de ver a quién
chingan.
Al saber lo anterior y no hacer nada por remediarlo,
Andrés Manuel cae en el saco de los corruptos. También es corrupto cuando asegura
una y otra vez que la corrupción se acabó en este país porque sabe que no es
cierto.
Y al mentir de manera tan impúdica muestra el grado de
corrupción del que está hecho.