Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Nada que ver el Sexto Informe de Gobierno de Enrique
Peña Nieto con los sextos informes de sus antecesores.
A los presidentes emanados del PRI los legisladores
les aplaudían a rabiar en su último Informe, independientemente de las
barrabasadas que hubieran cometido en el ejercicio de su administración.
A Echeverría, López Portillo y Salinas les aplaudieron
hasta el delirio a pesar de que devaluaron la moneda, devaluaron al país y nos
dejaron en la vil inopia. A Ernesto Zedillo casi no le aplaudieron los
legisladores priistas, pero sí los de la oposición y sobre todo la raza de
bronce ya que fue el primer mandatario que reconoció el triunfo de un candidato
que no era de su partido.
A Vicente Fox y a Felipe Calderón les tocó bailar con
la más fea porque les vetaron la entrada al Congreso y se tuvieron que
contentar con dar un mensaje en cadena nacional.
Pero con Enrique Peña Nieto ni eso.
Desde la oficina presidencial de Palacio Nacional,
Peña Nieto difundió unos spots donde trata de justificar su ruina. La ruina de
un hombre que no pudo con el paquete.
Peña Nieto es un mandatario que cargará con la desaparición
de 43 normalistas. A pesar de que se comprobó que fueron atacados por
delincuentes, su desaparición se convirtió en un crimen de Estado. Es un presidente
que no supo lidiar con el conflicto de intereses que provocó una lujosa mansión
y le dejó la bronca a su esposa. Es un presidente que invitó a Los Pinos al
gringo más odiado por los mexicanos y le dio trato de Jefe de Estado cuando aún
era candidato al gobierno de su país.
Es un presidente que permitió que al menos tres
gobernadores se enriquecieran escandalosamente y no movió un dedo para detener
el saqueo. Es un presidente cuyo gobierno está catalogado como el más corrupto
de los últimos tiempos (y miren que la corrupción ha estado presente sexenio tras
sexenio). Un presidente que hasta el pasado 31 de julio está dejando un reguero
de 104 mil 602 ejecutados en lo que se considera el sexenio más violento en la
historia contemporánea del país.
Eso sin contar los secuestros, desapariciones forzadas
y feminicidos.
Enrique Peña Nieto es un presidente que se negó a
remover a colaboradores que no le funcionaron como Miguel Ángel Osorio Chong,
al que se le escapó el Chapo y es directamente responsable de la violencia que
se padece a nivel nacional. A Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones,
al que se le cayó todo, desde un satélite hasta la construcción de dos trenes y
una carretera con tremendo socavón donde murieron dos personas. Tampoco removió
a Rosario Robles a la que sostuvo en Sedesol y después en Sedatu en lugar de
mandarla a su casa por corrupta y corrompida.
“Peña Nieto ha llegado a su sexto y último Informe de
Gobierno, en medio del repudio nacional. Una encuesta de Indicadores SC y
ejecentral sobre el acuerdo presidencial es devastadora para el presidente. Su
nivel de aprobación está en 11.2%, el nivel más bajo que se haya registrado en
una medición pública a lo largo del sexenio” escribió el columnista y analista
político Raymundo Riva Palacio.
Sin embargo, Peña Nieto se afana en mostrar los logros
de su gobierno en unas cápsulas a las que nadie hace caso y cuando alguien las
mira reciben acres comentarios.
¿Cómo creerle a un presidente rechazado por nueve de
cada diez mexicanos? ¿A quién le importa alguien así de devaluado? ¿Para qué
justificarse y pedir perdón cuando sus argumentos no van a cambiar la
percepción ciudadana?
Quizá dentro de cincuenta o sesenta años, se diga que
entre el 2012 y 2018 la economía creció 4% y el gobierno federal redujo la
pobreza de 45.5% a 43.6% y la pobreza extrema de 9.8% a 7.6%.
Quizá se diga que en ese sexenio no se subieron los
impuestos y se redujo el desempleo. Quizá se pontifique que en los primeros
cuatro años del gobierno peñista hubo récord de empleos con una cifra histórica
en los registros del IMSS de 2 millones 53 mil 195 empleos. Y quien lo diga
dirá la verdad.
Quizá en el futuro Enrique Peña Nieto salga mejor
evaluado, pero no ahora, cuando para casi todo mexicano es el peor presidente
de la historia reciente. Peor que Echeverría, López Portillo, Salinas y Fox.
Qué feo debe ser esto para el mexiquense que como
paradoja, quiso pasar a la historia como el mejor Mandatario.
Qué piedra tan pesada sobre su espalda.
Lo malo y lo peor, es que el señalamiento no tiene
reversa. Cargará con ese estigma todos los días de su vida, a menos que en el
futuro gobierne al país otro presidente peor que él.