Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Mal, muy mal la debe estar pasando la doctora Claudia
Sheinbaum al afirmar que ella y nadie más, fue la que nombró a Hugo
López-Gatell como representante de nuestro país en la Organización Mundial de
la Salud (OMS). “Es de a de veras, sí se va. Yo lo propuse y lo hice con gusto”,
contestó sonriendo a la reportera Karina Aguilar del diario 24 horas.
Pero mintió y lo sabe.
Desde que comenzó la pandemia, Claudia no puede ver a
este indeseable y mentiroso lambiscón por eso; por mentiroso y lambiscón.
Alguna vez lo increpó en Palacio Nacional para decirle: “Hasta cuándo vas a
seguir engañando al presidente”.
López-Gatell saltó a la fama días antes de que llegara
el Covid a nuestro país. El secretario de Salud, Jorge Alcocer, lo llevó a una
de las mañaneras donde cautivó a López Obrador y a millones de mexicanos con su
lenguaje fluido y educado. A partir de ese momento se adueñó del micrófono y no
lo soltó hasta que año y medio después el propio López Obrador se lo arrebató y
lo mandó casi al ostracismo.
Pero el daño ya estaba hecho y era irreversible.
López-Gatell es el principal responsable del mal manejo
de la pandemia que costó la vida a 800 mil personas; 600 mil de las cuales
pudieron salvarse recibiendo una ayuda adecuada que evidentemente no
recibieron.
México es el país donde murieron más médicos,
enfermeras y camilleros porque López-Gatell les negó las vacunas,
principalmente a los de sanatorios particulares a pesar de que estuvieron en la
primera línea de fuego contra la pandemia.
López-Gatell minimizó los efectos del Covid al
calificarlo como “una gripita”; descalificó el uso del cubrebocas a pesar de
que la OMS casi lo exigía, también descalificó las pruebas anti Covid diciendo
que no eran necesarias y menos para el presidente porque “su fuerza es moral y
no una fuerza de contagio”.
Esta lambisconería lo catapultó a las alturas de un
rock star. Se tomaba selfies, firmaba autógrafos, leía poemas, concedía
entrevistas, aparecía en revistas del corazón. Un rock star.
En una ocasión y al salir de una reunión en Palacio
Nacional una mujer acelerada (o desesperada, ve tu a saber, lector) le gritó
“Hugo hazme un hijo” y Hugo nomás sonrió.
Sobradito de soberbia, el 4 de junio de 2020 dijo que
era casi imposible que el Covid alcanzara cifras estratosféricas y pintó varios
escenarios. En el primero el mínimo de fallecidos estimados era de 6 mil, otro
escenario era de 8 mil, otro era de 12 mil 500 “y teníamos así hasta 28 mil,
que se redondea a los 30 mil. Incluso un escenario muy catastrófico que podía
llegar a 60 mil fallecidos”.
Pero cuando dos meses después el destino lo alcanzó y
el 24 de agosto México amaneció con 60 mil 480 fallecidos, le echó la culpa de
esas muertes a la diabetes, la obesidad y la hipertensión.
Y ahí comenzó su declive.
La gota que derramo el vaso fue cuando acusó a los
padres de los niños con cáncer (a los que dejó sin medicamentos oncológicos) de
formar parte de una conjura para darle golpe de Estado al señor presidente.
Esto ya no lo aguantó López Obrador que lo vapuleó
verbalmente delante del gabinete de Seguridad, lo quito de las mañaneras y lo
mandó a las tardeceras donde ya no era ni la sombra de lo que fue.
Antes de dejar la presidencia, el tabasqueño que le
tenía ley por lambiscón, le dio permiso de que buscara la alcaldía de la CDMX y
lo batearon, buscó una senaduría y una diputación federal y corrió con la misma
suerte por lo que se fue a su casa.
Todo mundo daba por hecho que Claudia Sheinbaum que
reitero, nomás no lo puede ver, lo mandaría a la cárcel a fin de apaciguar la
furia de la raza de bronce contra “El Doctor Muerte” y… resulta que se nos va
como representante de México a la OMS en Suiza.
Lo mismo pasó con Juan Antonio Ferrer, responsable de
desaparecer el Seguro Popular y de haber inventado el INSABI, un bodrio sin
pies ni cabeza que fracasó desde el primer día de su existencia y cuando
desapareció, tres años después, dejó a 30 millones de mexicanos sin servicios
de salud.
Ferrer fue corresponsable del desabasto de
medicamentos en todo el país que han provocado miles de muertes entre ellas las
de más de 3 mil niños y niñas que padecían cáncer.
Y tiene un plus: otorgó contratos multimillonarios a
los amiguitos de los hijos de López Obrador.
En premio a su doblez, fidelidad, docilidad y
obediencia fue premiado como embajador de México ante la UNESCO, embajada que
está en París.
Algunos engaña-tarugos quieren hacernos creer que la
presidenta los mandó “al exilio y bien lejos” para desembarazarse de ellos.
Futa…
Lejos y al exilio sería que los enviara a las Islas
Fiji, a África Central o a las Malvinas, ¿pero a Suiza y Francia con todos los
gastos pagados?, por Dios.
Reitero lector, los nombramientos no los hizo Claudia,
se los ordenaron desde algún lugar de Palenque y la señora simplemente
obedeció.
Mal, muy mal debe de sentirse la doctora al tener que
obedecer, estoy seguro que contra su voluntad, este tipo de órdenes.
Pero más mal
deben sentirse 120 millones de mexicanos al tener que aceptar que una mujer con
su inteligencia y carácter aún pueda tomar las riendas del país.