Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Antes de las elecciones del pasado 1 de julio casi la
totalidad de los 2 mil trabajadores de intendencia y obreros que laboraban en
la construcción del NAIM, dijeron que votarían por Andrés Manuel López Obrador
para presidente de la República.
AMLO canceló la obra y esos trabajadores (sin contar
ingenieros, arquitectos, transportistas y empleados administrativos) perdieron
su chamba.
Horas después de terciarse la banda presidencial AMLO
refrendó su compromiso con las estancias infantiles y con las mamás de esos
infantes; pero a las tres semanas les retiró más de la mitad del subsidio, con
lo que quedaron al garete 350 mil menores en el país y sus papás también.
El gobierno federal cortó todo el apoyo a refugios
para miles de infantes y mujeres víctimas de violencia extrema con lo que
prácticamente los deja a merced de sus golpeadores y violadores.
Al presidente le indigestan las instituciones
autónomas y más si le corrigen la plana. Alguien que le diga que lo que hace no
es correcto o sugiera que se equivocó, no lo tolera Andrés Manuel.
Ya se le fue encima al presidente de la Comisión
Reguladora de Energía, Guillermo García Alcocer, porque tuvo la osadía de
manifestar su desacuerdo con la terna de incapaces elegidos como comisionados
de la CRE. Tanto el funcionario como su familia recibieron el embate de un
hombre que tiene todo el poder y que no descansará hasta chisparlo de la
Comisión.
Y aguas… no tarda en pasar lo mismo con la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, el Instituto Federal Electoral, el Banco de
México, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, el Instituto de Transparencia Acceso a la Información
y Protección de Datos Personales, la Comisión Federal de Competencia Económica
y el Instituto Nacional de Evaluación Educativa.
No es que estos institutos vayan a desaparecer del
todo, lo que desea AMLO es poner a su gente (con lo que dejarían de ser
autónomos), y correr a la mitad del personal, con lo que se ahorraría una feria
y los dejaría en calidad de entes decorativos.
Decenas de trabajadores del SAT (de base, a punto de
jubilarse y de confianza) han sido despedidos ignominiosamente sin recibir ni
un clavo de liquidación.
Indígenas de la península de Yucatán y de Chiapas se
oponen a la construcción del tren Maya porque dará al traste con el entorno ecológico,
pero no les han hecho caso. El tren Maya va.
Indígenas de Puebla, Tlaxcala y Morelos, se opusieron
por años a la construcción de una termoeléctrica en Huexca porque los dejará
sin agua. La termo ya está lista pero los comuneros se oponen a que la echen a
andar. El activista Samir Flores fue asesinado a balazos tres días después de
que AMLO acusó de reaccionarios a los opositores y dijo que haría una consulta.
La consulta se realizó en medio de quema de casillas y boletas. A pesar de la
oposición de varios pueblos “ganaron” los que quieren la termo.
En Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Morelos, Tamaulipas y
Veracruz, Morena arrasó en las votaciones porque les prometieron seguridad,
pero de diciembre a enero la violencia se ha disparado en más del 50 por
ciento.
¿Cuántos extrabajadores del NAIM; cuántas madres y
padres cuyos hijos se quedaron sin estancias infantiles; cuántas mujeres
golpeadas, cuántos empleados de instituciones autónomas que pueden quedarse sin
trabajo; cuántos extrabajadores del SAT; cuántos indígenas ignorados; cuántos de
los cientos de miles que votaron por la paz y la tranquilidad y que fueron parte
sustantiva de los 30 millones de sufragios que llevaron a Morena a arrasar con
sus oponentes, votarán por los candidatos de ese partido en las elecciones del
2021?
Son preguntas para las que de momento no hay
respuestas… pero se vislumbran.
Cada día que pasa el gobierno de AMLO crea más enconos
y resentimientos entre el “pueblo bueno y sabio que no se equivoca”.
Pero debería tener presente que ese pueblo
le pasó la factura al PRI, un gigante cargado de soberbia y sordo a los
reclamos, que era muy poderoso y parecía inamovible.