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El Presidente miente en 80 ocasiones en
las conferencias mañaneras
· Ha
debilitado a los diferentes contrapesos institucionales
· El
poder del gobierno es cada vez más el de un solo hombre
Por Miguel Angel Cristiani Gonzalez
Este
miércoles 1 de septiembre marca el inicio del llamado Mes Patrio, en que se
celebra el tradicional Grito de Independencia, pero también es lo que hasta
hace poco se conocía como “El Día del Presidente” porque el mandatario en turno
tiene que rendir cuentas de su administración al pueblo de México, con el
famoso Informe de Gobierno.
Hasta hace
unos años, este día estaba dedicado al lucimiento personal del Primer
Mandatario en turno, incluso se declaraba como festivo y no laborable para que
-se supone- los mexicanos pudieran seguirlo con atención a través de la
televisión y la radio en cadena nacional.
Ahora, como
parte de la Cuatro T, simplemente, el secretario de Gobernación acude al
Congreso de la Unión a entregar el documento y en el patio central de Palacio
Nacional, el presidente López Obrador ante los miembros de su gabinete, les
dirige un mensaje, con lo que él considera sus grandes logros y
transformaciones.
Por eso
resulta interesante el análisis elaborado por la organización de la sociedad
civil, apartidista, -denominada Signos Vitales el Pulso de la Verdad- sin fines
de lucro, que asegura que:
El presidente
López Obrador continúa tomando decisiones que alejan a los mexicanos, cada vez
más, de alguna recuperación factible y tangible en relación a toda una gama de
problemas que se están enfrentando en la actualidad.
Se entiende
que la única verdad que puede y debe de prevalecer en el país es la que el
mandatario disponga, provea y coloque diariamente en los medios de comunicación.
En promedio,
de acuerdo con la Organización Spin, el Presidente miente en 80 ocasiones
durante cada una de sus conferencias matutinas. En dos años, López Obrador está
a punto de duplicar las aparentemente inalcanzables 23 mil mentiras que The
Washington Post le contabilizó a Trump en todo su mandato.
Con un
montaje profesional y una adecuada batería de preguntas a modo, el país se
prepara cada mañana para escuchar el mismo guión de falsedades, verdades a
medias, combinación de acusaciones, datos no verificables y denostaciones en
contra de detractores, así como la interminable lista de promesas incumplidas.
No obstante,
al momento de definir líneas de acción, el gobierno carece de políticas que verdaderamente
combatan o contengan los problemas que detienen el desarrollo del país.
El
Presidente ha debilitado a los diferentes contrapesos institucionales y sus capacidades
construidas durante años. Las tres vías identificadas para esta destrucción
institucional son: la reducción presupuestal, la colonización de los órganos
directivos de los ramos autónomos y la desaparición o subordinación de
instituciones autónomas a dependencias del gobierno federal.
A tres años
del inicio de la autodenominada Cuarta Transformación, el derecho a la libertad
de expresión y el derecho a la información no han mostrado mejoras. El
indicador más alarmante es sin duda, el relativo a los homicidios contra
periodistas.
El gobierno
de un solo hombre ha acelerado el proceso de militarización desde el inicio de
su mandato. La relación con los militares no solo ha prendido alertas en el
sector empresarial e industrial del país, sino que dicha preocupación se ha
extendido a la población en general, en donde cada vez más los militares han
ido ocupando tareas propias de la sociedad civil. Hecho, que ha sido ya
señalado en diferentes ocasiones por varios países entre ellos Estados Unidos.
A pesar de que al momento no sea posible afirmar contundentemente que el país
se dirige a un militarismo, definido éste como “predominio del elemento militar
en el gobierno del Estado”, sí es un hecho que las fuerzas armadas han
acelerado y ampliado sus tareas, funciones y presupuestos administrados,
incrementando la militarización en México.
Un
componente igualmente alarmante es que, en teoría, el combate a la corrupción
había sido el tema más relevante en la carrera política de López Obrador. Él
mismo repitió en numerosas ocasiones que la corrupción era el principal de los
males. Su campaña presidencial en 2018 se centró fuertemente en la idea de
combatir la corrupción e inmediatamente después de tomar protesta como jefe del
Estado mexicano, declaró que la corrupción política ya se había acabado. López
Obrador argumenta cotidianamente que todos los males se deben a la corrupción de
antes, sin probar ninguna de sus acusaciones.
Estos tres
años del gobierno de la autollamada 4T se han caracterizado por ser un gobierno
que pretende gobernar a través de la comunicación y no a través de resultados y
realidades.
A tres años
en el poder, el gobierno es cada vez más el de un solo hombre capaz de tomar
decisiones de manera unilateral, sin pedir permiso a nadie.
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