Adalberto Tejeda-Martínez
Algunos
espectadores voltean a una pista y a la otra, hacen comparaciones y aceptan
unos resultados; pero otros, azorados, simplemente cierran ojos y oídos: no es
posible seguir tanto dato, pero no hay de qué avergonzarse porque ser anumérico
no es tan malo como ser iletrado.
En su libro «El
hombre anumérco: el analfabetismo matemático y sus consecuencias» (Tusquets,
1990), John Allen Paulos, de la Universidad Temple de Filadelfia, cuenta que en
una reunión un colega erudito se la pasó pontificando contra quienes confunden los
términos constante y continuo. Cuando el meteorólogo de la televisión dijo que
si la probabilidad de lluvia para el sábado era del 50% y para el domingo
también del 50%, entonces había un cien por ciento de probabilidad de que
lloviera el fin de semana, Paulos quiso explicar el garrafal error numérico
pero el intelectual simplemente se encogió de hombros: no era un crimen tan
grave como usar mal el gerundio.
En efecto, alguien
que se siente superior en cantidad y calidad de lecturas tacha a sus contertulios
de analfabetos y los aludidos se ofenden; si les dice anuméricos, ni se
inmutan. No obstante, la pandemia ha hecho evidente que es muy válida la
definición de analfabetismo funcional que da Wikipedia: la imposibilidad de un
individuo para utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma
eficiente en las situaciones habituales de la vida. Entre esas situaciones
habituales habría que incluir la democracia. En buena parte la demagogia y el
latrocinio desde el poder se nutren del engaño con números. El ciudadano debe
ser capaz de comprender, asimilar, cotejar, contar y recontar, y entonces
opinar o votar en consecuencia.
En su sección
defensora de los lectores, El País recopiló hace poco varias pifias numéricas
del propio diario madrileño, algunas verdaderas barbaridades, en un artículo
tan divertido como ilustrador*; el citado Paulos publicó recientemente «La vida
es matemática» (Tusquets, 2015), disponible en la Web; el investigador del
Instituto Politécnico Nacional Gerardo Herrera Corral es autor de «El azaroso
arte del engaño», compendio de historias del mundo de la casualidad y la
estadística (Taurus, 2018, también disponible en la Web), y abundan los sitios
virtuales de cultura matemática. En suma (o multiplicación o función exponencial),
que durante lo que queda de encierro forzoso hay que hacer algo para que a la
salida ya no sea uno tan anumérico.
*https://elpais.com/elpais/2020/02/29/opinion/1582996839_743665.html