Sin tacto
Por Sergio González Levet
Con eso de la llegada de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como la primera mujer que es titular el Poder Ejecutivo en México, ha salido a la palestra la discusión sobre si se le debe llamar “presidente” o “presidenta”.
Hay razones a favor y razones en contra en cada caso, y pareciera que no hay una conclusión definitiva, por lo que ha seguido en el limbo la elección que sería definitiva.
Un gramático diría que lo correcto es decir “presidente”, porque el término es morfológicamente un participio activo o participio de presente.
La RAE explica con su extraña sintaxis que:
“Se ha denominado tradicionalmente «participio activo», o participio de «presente», a la palabra acabada en –‘nte’, que denota la acción del verbo, en sentido gramatical. Muchos proceden de participios de presente latinos y hoy se integran, en su mayor parte, en la clase de los adjetivos, (alarmante, permanente, balbuciente...), o de los sustantivos, (cantante, estudiante, presidente...); algunos se han convertido en preposiciones, (durante, mediante...), o en adverbios, (bastante, no obstante...).”
Bueno, pues resulta que el participio de presente no tiene género, aunque sí número. De acuerdo con la regla, podemos decir “presidente” o “presidentes”, pero no “presidenta” (conste que puse “de acuerdo con la regla”, y lo traeré a colación después). No es gramaticalmente correcto, entonces, “presidenta” de la misma forma que no es “cantanta” o “estudianta”.
Peeeero, un lingüista metería su nariz y diría que es válido decir “presidenta”. ¿Por qué? Porque, como explicó fehacientemente Ferdinand de Saussure, aquí entra una consecuencia de lo que él llamó la dicotomía entre “lengua” y “habla”.
Voy a tratar de ponerlo de la manera más clara y sencilla posible. Nosotros hablamos de acuerdo con las reglas de la gramática castellana (lengua), como la del participio de presente. Pero resulta que al usar cotidianamente el lenguaje, los 500 millones o más que somos sus usuarios (habla) estamos modificándolo por diversas razones, entre ellas la facilidad de decir una palabra (murciélago por murciégalo -“ratón ciego”, por su proveniencia del latín-), la influencia de otros idiomas (como el náhuatl, el maya o el totonaco en México) o hasta el clima.
Explica don Ferdinand que cuando un uso incorrecto se universaliza, se convierte en regla. Aquí sí que la costumbre hace ley.
Entonces, como la palabra “presidenta” es un “femenino documentado en español desde el s. XV y presente en el diccionario académico desde 1803”, y como su uso se generalizó entre la mayoría de los hablantes, se convirtió en una norma aceptada por la gramática, en una ley que permite su uso.
De todos modos, si es usted o se considera un purista del lenguaje, escriba y diga la “presidente”, y si acepta que la regla se perdió por el uso, pues llame a doña Claudia, la presidenta (con “a”), como ella misma lo pide.
Y todos contentos…o contentas.
sglevet@gmail.com