RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS
En medio de costumbres, ideas,
creencias, cultura y el conocimiento científico y tecnológico que caracteriza a
los grupos humanos, es fundamental, ante la realidad compleja de la sociedad,
construir “una civilización del amor”. Hay que abrir los ojos para comprender con recta conciencia la
vida de la sociedad y descubrir en ella la necesidad de construir una sociedad
basada en el amor como principio fundamental, en donde la solidaridad, la
justicia y la paz sean valores centrales.
No se trata solamente de nuevas
situaciones particulares o de nuevos elementos que sin más se agreguen a los ya
existentes, se trata de transformarse uno mismo para profundizar en la
comprensión y la percepción que las personas tienen de sí mismas y de sus
relaciones con los demás, con la sociedad, con la naturaleza y con Dios; es
decir, hay que construir juntos una nueva civilización de amor. La
reconstrucción de la sociedad contemporánea bajo el paradigma del amor no es
solo una utopía, es un modo de vivir en todos los ámbitos de relaciones
sociales, políticas y económicas. Quien intenta desentenderse del amor se
dispone a desentenderse de sí mismo; siempre habrá situaciones de necesidad de
diferente índole en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor
concreto hacia el otro, pues cualquier ser humano necesita una entrañable
atención personal. La civilización actual es calificada como materialista,
porque acepta la primacía de las cosas sobre las personas y el interés egoísta
sobre los intereses comunes, por lo cual prevalece la ley del más fuerte, esto
se traduce en el sometimiento de los individuos, de ambientes de vida y de
ciudades enteras, incluidas las naciones.
Antes de llegar a una
conceptualización del amor, el hombre debe purificar las concepciones
totalmente humanas que se han formado de esta palabra con anterioridad para
acoger el amor divino, el cual es “entrega”. Con frecuencia se mezclan las
cosas agradables y placenteras, pero también hallamos rectitud, profundidad y
sinceridad. Aquí no se trata de conceptos, sino de vivencias diarias y
matizadas por pinceladas de amor, como la solidaridad. Ser solidario
significa actuar con apoyo y respeto hacia otros, especialmente en situaciones
de necesidad; implica una actitud de ayuda mutua, misma que contribuye a la edificación
de una nueva civilización, aun cuando no haya paga.
El amor conyugal y el amor a
los hijos es el que constituye a la civilización y construye a las personas,
rechazando la violencia y el egoísmo. El amor entre nosotros los seres humanos
debe ser un pilar que edifique a esta civilización, el amor divino se expresa
en un hecho único cuya naturaleza misma transfigura el paradigma, porque Él
mismo viene a vivir como Dios y como hombre, dando ejemplo de una plena
humanidad y una nueva civilización frente a la cual no se puede ser neutral;
amas o amas. El amor es comunión, respeto y concordia, y esto da como resultado
la paz y la armonía con uno mismo y con los demás. El amor, en conjunto con la
justicia, evoca orden y respeto a cada uno como es debido, aun cuando esto no
este fijado por la costumbre o la ley, la justicia es la virtud que se debe
desarrollar en la praxis diaria para contribuir a la civilización.