· Una
señal de alarma grave en la Universidad Veracruzana
· Debiera
funcionar como contrapeso académico y garante de la autonomía
· La
comunidad universitaria merece saber qué pasa en sus órganos de gobiernoPor Miguel Ángel
Cristiani G.
Renunciar no siempre es huir. A veces, es el último acto de dignidad. Y
cuando quien dimite es una académica de sólida trayectoria, como la doctora
Haydee Zizumbo Ramírez, integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad
Veracruzana, el hecho exige no el habitual silencio institucional, sino una
explicación pública, honesta y oportuna. Porque lo que está en juego no es una
silla vacía, sino la legitimidad de uno de los órganos clave en la vida
universitaria.
No se trata de una dimisión cualquiera. La doctora Zizumbo no es una figura
decorativa. Su renuncia, sorpresiva y sin mayores declaraciones, ocurre en un
momento especialmente sensible: la reciente solicitud de prórroga del mandato
del rector Martín Aguilar Sánchez, una decisión aceptada por esa misma Junta,
envuelta en opacidad y cuestionamientos, donde los equilibrios internos se
rompieron sin dar muchas cuentas.
En un entorno donde el poder tiende a blindarse tras formalidades, su salida
abrupta plantea una pregunta inevitable: ¿qué motivó realmente su decisión?
¿Desacuerdos éticos, presiones políticas, descomposición interna del órgano
colegiado? No hay respuestas oficiales, pero el silencio institucional también
comunica. Y en este caso, comunica mal.
Una Junta que decide sin explicar
La Junta de Gobierno no es cualquier comité. Es el órgano que nombra y
remueve al rector, y que debiera funcionar como contrapeso académico y garante
de la autonomía universitaria. Por eso su conformación, funcionamiento y
decisiones deben estar regidas por principios de transparencia, legalidad y
deliberación colegiada. Nada de eso parece haber primado en los últimos
procesos.
La solicitud de prórroga al rector Aguilar, acordada sin un debate público,
con un documento escueto y sin exposición de motivos de fondo, generó
reacciones encontradas tanto dentro como fuera de la Universidad. ¿Qué tipo de
gobernanza universitaria se construye cuando las decisiones parecen tomadas en
lo oscuro?
En ese contexto, la renuncia de Zizumbo no puede leerse como un hecho
aislado. Es un síntoma. Una alerta roja. Y quizás, un intento último de preservar
la coherencia personal frente al extravío institucional.
Haydee Zizumbo no es ajena al compromiso público. Es académica,
investigadora, feminista, promotora de los derechos humanos y defensora de
causas colectivas. No pertenece a la fauna burocrática que se acomoda a la
comodidad del cargo. Por eso mismo, su salida no debe pasar como un trámite
administrativo más. En su renuncia hay un mensaje que debe escucharse: algo
está funcionando mal.
Pero más allá del hecho, preocupa la reacción (o la falta de ella) por parte
de la propia Junta de Gobierno. Ninguna explicación, ningún posicionamiento,
ninguna convocatoria a revisar sus propios mecanismos. Una institución que no
se mira críticamente corre el riesgo de convertirse en una caricatura de sí
misma.
Y lo mismo cabe decir de la administración rectoral: un rector que solicita
una prórroga otorgada sin diálogo ni rendición de cuentas, corre el riesgo de
gobernar desde una legitimidad erosionada. Si se quiere preservar la autonomía
universitaria, hay que empezar por respetar la inteligencia de su comunidad.
La Universidad Veracruzana ha sido históricamente un referente de
pensamiento crítico, de lucha democrática, de resistencia cultural. No puede
ahora resignarse a ser un coto cerrado donde las decisiones se tomen sin
transparencia ni pluralidad.
La renuncia de Zizumbo puede ser un parteaguas. O un síntoma que se ignora,
como tantos otros, hasta que sea demasiado tarde. Porque cuando se normaliza la
opacidad, se abre paso a la mediocridad; y cuando la crítica se exilia, sólo
queda el aplauso servil.
Por eso, esta columna no es sólo una defensa de una académica que decide
irse, sino una exigencia para quienes se quedan: hablen, expliquen, rindan
cuentas. La comunidad universitaria merece saber qué pasa en sus órganos de
gobierno, quién los integra, cómo deciden, y sobre todo, si están a la altura
de lo que representan.
Las instituciones no se degradan de un día para otro. Se vacían poco a poco,
cuando se normaliza el silencio, cuando se castiga la disidencia, cuando se
confunde gobernabilidad con obediencia. Y también cuando se ignoran las señales
de alerta, como esta renuncia.
Haydee Zizumbo decidió irse. Pero su salida deja una pregunta abierta: ¿qué
están dispuestos a hacer quienes aún permanecen dentro? El futuro de la
Universidad Veracruzana depende, en gran parte, de cómo se responda a esa
incómoda pregunta
La crítica no destruye cuando se ejerce con rigor, con ética y con amor a
las instituciones. Lo que destruye es el silencio cómplice.
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