Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
El ejemplo más cercano de docilidad de un presidente
de México para con un mandatario norteamericano lo fue Luis Echeverría Álvarez.
El casi centenario ex gobernante (acaba de cumplir 98 años) que presumió de izquierdista,
se convertía en manso cordero cuando lo llamaban de la Casa Blanca.
Eso sí, hay que reconocerle que guardó las formas y no
fue hasta tiempo después que se vino a saber que mientras le mentaba la madre a
Richard Nixon por las mañanas, por las tardes escuchaba obediente las órdenes
que por teléfono le daba el presidente gringo a cambio de créditos para México.
Órdenes que Echeverría cumplió con supina sumisión.
López Obrador no esperó llegar a la presidencia para
hacerle ver a Donald Trump con quién iba a tratar: “Vamos a hacerle entrar en
razón ¿cómo? con autoridad y soberanía; lo que no han hecho los gobiernos
mexicanos… Trump va a tener que aprender a respetarnos, eso te lo puedo
garantizar”, le dijo a León Krauze en el segundo debate de los candidatos a la
presidencia en mayo de 2018.
Días después subió el tono en un mitin: “A Trump le
vamos a enseñar buenos modales. A
nosotros no nos va a tratar con la punta del pie… como a otros. No señor, eso
no lo permitiremos; nos va a respetar. Si nos manda un tuit le contestaremos
con otro más fuerte”.
Bien pronto se tuvo que callar el hablador.
Cuando Trump le ordenó parar la migración de
centroamericanos, todo mundo pensó que López Obrador lo mandaría bien lejos.
Pero nada, el tabasqueño obedeció dócil, mansa y vergonzosamente.
Y desde entonces…
Andrés Manuel se ha convertido en el más fervoroso defensor
de la política antiinmigrante del presidente norteamericano. Pero lo más lamentable,
es que está pasando a la historia como el mandatario mexicano más sumiso y manejable
con el que se haya topado un presidente gringo. Ninguno de los 64 presidentes que
antecedieron al tabasqueño se tiró tanto al piso.
Por lo anterior no es raro que Trump reconozca tan lacayuna
docilidad. Cada que puede felicita a López Obrador por el “gran trabajo” que ha
hecho para detener y correr a palos a los migrantes.
Pero este martes el güero belicoso fue más allá.
Durante un mitin en Nueva Jersey dijo a sus seguidores: “Con todo respeto,
México está pagando el muro. Nos llevamos bien con su presidente, pero, de
hecho, México está pagando por el muro fronterizo”.
El muro fronterizo fue la promesa medular de su
campaña para llegar a la presidencia de los Estados Unidos. No lo pudo
construir porque el Congreso le negó los recursos. Pero en México se encontró
con un presidente de “izquierda” que se lo construyó más al sur, en el Suchiate,
con 25 mil efectivos de la Guardia Nacional y que en efecto, están pagando los
mexicanos.
Caray, qué humillación. ¿Qué pensaría Juárez de tanta
abyección?
Con el golpe en plena cara López Obrador quiso
matizar: “Nuestra relación con Estados Unidos es buena (tan buena como lo fue
la de un patrón medieval con sus esclavos). No queremos pelearnos, amor y paz y
aunque nos cuquen no nos vamos a enganchar” dijo. Pero no hay necesidad de engancharse
porque Trump lo tiene bien trabado.
Y a esa vergonzosa indignidad del presidente hay que
agregarle el cero crecimiento económico, el desempleo, el grave desabasto de
medicamentos, los erráticos apoyos al campo y la inseguridad, la brutal
inseguridad que aqueja al país.
Al igual que Echeverría, López Obrador quiere
equipararse a la grandeza de Juárez, pero nada más alejado de la realidad.
Echeverría fue condenado al basurero de la historia de
donde difícilmente saldrá. Andrés Manuel tiene cuatro años y 11 meses para
recomponer el camino, si no quiere acabar en el mismo lugar.