Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
El principal responsable del embarradero de millones
de pesos que hizo Emilio Lozoya entre diputados, senadores y gobernadores para
que apoyaran la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto, es el propio Peña
Nieto.
No es que Lozoya sea una hermanita de la caridad; no
qué va. El tipo es un corrupto igual o peor que la mayoría de los funcionarios
del sexenio peñista, pero obedeció órdenes y no actuó a título personal.
Y esas órdenes las recibió de su jefe Enrique Peña
como se demostrará en el proceso que se le siga. Claro, si el proceso no se politiza
y tanto la Fiscalía General de la República como el juez que lleve la causa
actúan apegados a derecho. Cosa que se ve difícil.
Lo que trae bajo el brazo el ex director de Pemex (que
llegó a nuestro país la madrugada de este viernes procedente de España), es una
bomba que estallará en la jeta de decenas de funcionarios y ex funcionarios del
PRI, PAN, PRD y de Morena.
Todos, principiando por Luis Videgaray y un dilatado
número de sujetos, han de estar deseando con el alma que a Emilio le caiga un
meteorito en la cabeza que los salve no sólo de un probable ingreso en la
cárcel, sino del descrédito mediático que se les vendrá encima.
Uno de los embarrados y que ya se deslindó es el gobernador
morenista de Puebla, Miguel Barbosa, señalado de haber sostenido en Londres una
entrevista con Lozoya (durante una visita oficial), donde éste le habría dicho
que había acomodado a uno de sus hermanos en Pemex y que le envió un dinero al
propio gobernador.
Barbosa por supuesto lo negó: “En un par de medios
nacionales publican que Emilio Lozoya me menciona en el procesamiento de la
Reforma Energética. Esto es totalmente falso. Como coordinador del PRD, tuve
una posición contraria y combativa en contra de la Reforma Energética.
Desconozco los motivos para que esto surja.
“Yo no tuve nunca como senador ninguna plática,
ninguna entrevista personal o telefónica con Emilio Lozoya. Jamás lo visité en
sus oficinas de Pemex, jamás me visitó en mis oficinas del Senado, jamás. Nunca
entablé plática con Emilio Lozoya ni instruí a nadie para hacerlo” dijo bien
sacado de onda el mandatario poblano.
Pero el aspirante a la dirigencia nacional de Morena,
Alejandro Rojas Díaz, lo balconeó en redes sociales al mostrar una foto del
gobernador acompañado por el propio Lozoya y los priistas Miguel Ángel Osorio
Chong, Pedro Joaquín Coldwell, Emilio Gamboa y Jesús Murillo Karam.
“Es un corrupto. Se hizo millonario con Enrique Peña
al votar a favor de casi todas las reformas del Pacto contra México y compró la
casa del ex presidente Miguel de la Madrid y otras. Aquí su foto con Lozoya, a
quien dice no conocer. Son cuates”, escribió Alejandro.
Esta es apenas una mínima muestra del estercolero que
saldrá de los audios, videos y documentos en poder de Lozoya, con los que el
gobierno de López Obrador prepara un circo de varias pistas para distraer al
populacho de las broncas económicas y del Covid-19.
Pero la función no estará completa si el maestro de
ceremonias no muestra como la gran atracción la detención de Enrique Peña Nieto
y lo exhibe al graderío.
Por años, Miguel Alemán Valdés fue símbolo de la
corrupción presidencial. Pero los que le sucedieron se corrompieron también.
Echeverría se llevó mil millones de dólares; López Portillo se echó a la bolsa
arriba del doble y nomás de entrada, Carlos Salinas arrasó con la partida
secreta. Pero Peña Nieto les ganó de calle a todos.
Dos ya murieron y se fueron impunes; tres siguen vivos
y morirán impunes.
Por la sanidad moral del país Peña Nieto debe ir a
prisión, no sólo por ser el presidente más corrupto de los últimos 68 años,
sino porque permitió el saqueo sin precedente que hicieron en sus estados los
gobernadores del PRI Javier y César Duarte, Roberto Borge, Andrés Granier,
Fausto Vallejo, Roberto Sandoval y hasta el perredista Graco Ramírez.
Urge un escarmiento que siente precedente y sirva de
ejemplo en el futuro.
Todo lo que trae Lozoya apunta a Peña Nieto como
principal responsable de los cientos o miles de millones de pesos que se
dilapidaron para que se aprobara la Reforma Energética. Pero también sobre los
sobornos de Odebrecht y la compra fraudulenta de una planta de Agro
Nitrogenados.
Entambar a segundones o tercerones (como seguramente sucederá)
será burlar a la justicia cuando el verdadero responsable tiene nombre,
apellidos y vive un exilio dorado en España.
Después de oír las declaraciones de Lozoya el siguiente
paso de la FGR sería pedir a la Interpol una ficha roja para el expresidente. Pero
como en este país el Poder Judicial no es autónomo, la Fiscalía tendrá que
pedir permiso al presidente Andrés Manuel López Obrador y ahí es donde la
puerca puede torcer el rabo.
Una decisión de ese calibre le allanará al tabasqueño el
camino para obtener otro triunfo en las elecciones del 2021, pero lo dejará muy
vulnerable después del 1 de diciembre del 2024 cuando entregue el poder, así se
lo herede a un político de su mismo partido. ¿Por qué? Porque podría ser el
siguiente ex presidente encarcelado.
Veremos qué tanto se atreve o se arruga Andrés Manuel.
Por lo pronto, prepárate amiguito a disfrutar con tu familia de la puesta sexenal
de otro gran espectáculo circense.