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jueves, 9 de julio de 2020

Así recordaremos a Gina Sotelo, celebrando el milagro de estar vivos

Hola, me presento: soy David, esposo de Gina.
A través de estas líneas deseo agradecerles a todos por sus innumerables expresiones y muestras del amor que le tienen y les inspira desde que la conocieron.
Para todos nosotros fue una conmoción su partida y apenas comenzamos a tratar de entender lo ocurrido.
Su enorme y generoso corazón se había debilitado en consecuencia de una recaída de la afección que muy pocos tenían conocimiento.
Las que serían sus últimas horas las pasó en su hogar -su santuario- rodeada de sus gustos tan emblemáticos como su sonrisa: sus libros (comenzó Lolita, que la atrapó desde el inicio), sus plantas (cariño heredado de su madre), la mejor música (en todos los estilos y géneros), la Buena Mesa (que creaba y disfrutaba con igual pasión) y una copa de vino con la que brindamos por ser tan afortunados en estos oscuros días.
Quiero creer que esa fue su despedida: celebrar el milagro de estar vivos hasta el último aliento y compartir esa alegría por la vida con todos quienes se encontró en esta tierra.
Les invito a que la recordemos así, no por su irremplazable ausencia sino por el amor que nos prodigó en todas las facetas y momentos de su existencia.
Es difícil describir el dolor que sentimos con palabras -su herramienta de trabajo, decía- pero si cerramos los ojos la podemos recordar como a ella le gustaría: sonriente, cálida, amable, atenta y sobre todo, amorosa.
Ustedes, como yo, tendremos que asimilarlo y por eso los abrazo fuerte y les pido resignación. Créanme que sus muestras de amor y respeto son un bálsamo para mí y para su familia.
Los queremos y les ruego que quieran como ella nos quiso.
Gracias.