· “No
se puede juntar el aceite con el agua porque son distintos
· Aunque
comparten un terreno en común, sus objetivos son inherentemente diferentes
· Los
gestores culturales y los expertos en turismo tienen enfoques diferentes
Por Miguel Ángel Cristiani G.
Posiblemente lo que llamó más la atención del Informe de 100
días de gobierno de la ingeniera Rocío Nahle el pasado sábado en Coatzacoalcos,
fue el anuncio de que se van a fusionar la Secretaría de Turismo y la
Secretaría de Cultura.
Muy poco fue lo que se comentó sobre lo que se dijo e
informó, lo que trascendió a los medios y las benditas redes sociales fue el
anuncio de la unificación de las dos secretarías.
Pero habría que recordar lo que dice la sabiduría popular,
el pueblo, respecto a que no se pude juntar el aceite con el agua porque son
dos cosas distintas.
Tampoco se debe de confundir la gimnasia con la magnesia,
para decirlo en otras palabras.
La Decisión Inadecuada: Fusión de la Secretaría de Cultura y
la Secretaría de Turismo
La reciente fusión de la Secretaría de Cultura y la
Secretaría de Turismo ha despertado un torrente de opiniones en el ámbito
público.
A primera vista, la
idea de unir dos sectores que, en teoría, deberían colaborar íntimamente podría
parecer sensata. Sin embargo, un análisis más detenido revela que esta decisión
podría acarrear más problemas que soluciones.
La fusión de estas secretarías plantea una serie de
interrogantes. ¿Debería la cultura ser tratada como un simple atractivo
turístico? La respuesta debería ser un rotundo no. La cultura posee un valor
intrínseco que no se puede medir únicamente en términos de ingresos.
Implicaciones de la Fusión: Una de las principales
preocupaciones es el manejo de los recursos. Ambas secretarías operan con
presupuestos limitados. Al fusionarlas, existe el riesgo de que algunas áreas
críticas queden desatendidas. Por ejemplo, las iniciativas culturales en
comunidades rurales podrían sufrir, ya que la atención se desplace hacia los
destinos turísticos más rentables.
Pérdida de Especialización: Cada sector necesita
profesionales con habilidades específicas. Los gestores culturales y los
expertos en turismo tienen enfoques diferentes y conocimientos distintos. La
fusión podría llevar a una falta de atención en aspectos vitales de cada área.
Esto podría resultar en políticas mal diseñadas que no abordan adecuadamente
las necesidades de la cultura o del turismo.
La cultura requiere de la participación activa de la
comunidad. Si la fusión es percibida como un movimiento burocrático, puede
generar desinterés entre los ciudadanos. La autenticidad de las expresiones
culturales puede verse comprometida si estas se convierten en meros productos
turísticos.
Los artistas y creadores son esenciales para el tejido
cultural de un país. La fusión podría marginar sus voces y hacer que su trabajo
se vea subordinado a una lógica comercial. La burocracia de una entidad más
grande podría dificultar el acceso a fondos y apoyo para proyectos culturales.
Esto podría desincentivar la creatividad y la innovación.
La fusión ha abierto un debate crucial sobre cómo se deben
gestionar la cultura y el turismo. ¿Debería la cultura ser un mero complemento
del turismo? Absolutamente no. La cultura tiene un valor que trasciende su
capacidad de atraer turistas.
En lugar de una fusión, sería más prudente explorar formas
de colaboración que respeten la autonomía de cada sector. Crear comités
intersecretariales para proyectos específicos podría garantizar que ambas áreas
se beneficien sin perder su enfoque.
La fusión de la Secretaría de Cultura y la Secretaría de
Turismo es una decisión que merece ser reevaluada. Aunque la colaboración entre
estos sectores es esencial, la fusión no es la solución adecuada. Cada uno
tiene su propia misión y desafíos que deben ser abordados con claridad.
La cultura y el turismo son fundamentales para el desarrollo
de nuestra sociedad. Sin embargo, no deben ser tratados como un solo ente. La
clave está en encontrar formas de trabajar juntos que respeten la identidad de
cada sector. Solo así podremos garantizar que nuestra cultura florezca y que el
turismo contribuya al desarrollo sostenible y auténtico de nuestras
comunidades.
La esencia de nuestra identidad cultural y turística depende
de un enfoque equilibrado. Es momento de reflexionar sobre cómo integrar estos
sectores sin comprometer su naturaleza. En última instancia, lo que está en
juego es el futuro de nuestra sociedad y su riqueza cultural
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