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viernes, 3 de noviembre de 2023

Fouché, un genio y maestro de lo tenebroso

 ESCUELA DE PENSAMIENTO DE CIENCIA POLÍTICA 

Mario Raúl Mijares Sánchez 

La pregunta es cuantos como Fouché hay en este proceso electoral de Veracruz. En época de elecciones, los cándidos que pretenden aspirar a gubernaturas, diputaciones, y senadurías. Tendrían que leer las lecciones de José Fouché, duque de Otranto, pues la mayoría prefiere citar a Maquiavelo, muchas veces sin haberlo leído. 

Fouché fue un tipo delgaducho, alto, casi anémico y nervioso, dominado por una neurosis silenciosa. Feo físicamente y moralmente, más aun cuando llegó a vestirse de clérigo, quizá por ello su figura inspiró a que grandes cineastas y escritores se valieran de su figura para reproducirla. 

Su fealdad era proporcional a su innegable talento y audacia, fruto de un carácter casi germano, condiciones que le permitían estar siempre dentro de la política en época electoral. 

Este personaje logró su ascenso en responsabilidades, pero siempre muy atento para dejar abierta la puerta para la simpática retirada; nunca se comprometió ni siquiera con Dios, incluso cuando perteneció a la iglesia como clérigo, donde nunca juró votos a pesar de estar más de diez años. 

Una de sus lecciones favoritas es: el arte de callar, como ciencia magistral de ocultarse a sí mismo, siempre con voz apagada para pasar de manera sigilosa por los aposentos del Emperador, todo ello lo aprendió en los claustros oscuros. Lo anterior le sirvió para ser diputado en la asamblea nacional, con la simpatía de los clérigos conservadores. 

En la campaña, este candidato prometía que el sol saldría siempre por el horizonte, y que la lluvia caería de arriba hacia abajo, en donde sus electores le creían y lo halagaban, pues, como vigilante de la política de los poderosos, juraba proteger la propiedad privada, el comercio amprándose en las leyes. 

Aunque tenía enemigos, su estilo flemático y temperamento frío lo limitaban a enfadarse visiblemente.

 Hombres como Robespierre e incluso Napoleón se desesperaban con su manera de comportarse. En su figura lúgubre de escritorio o de buró (burócrata) hacía sentir su presencia cuando jalaba los hilos que su encargo le proveía, donde guardaba expedientes de la mayoría de los políticos y funcionarios de la administración pública. 

Desde ahí asentaba golpes criminales a personajes que no se lo esperaban, esta fue su técnica favorita.

 Fouché se agazapaba de manera taimada y de manera intencional en la oscuridad.

 La pregunta es: ¿Cuántos de los que se están alistando para lograr un lugar en los próximos comicios podrían aprender o comportarse de esta manera para alcanzar el poder público? Y es que desde los puestos o aposentos burócratas se puede -porque se llevan a cabo desde las sombras- participar de manera callada y tirar los hilos y enredos que permitan dar el golpe final. Este tipo de osadía permite que el partido juegue el juego que a él le convenga, pues el presupuesto da para ello y más. 

De ahí la importancia de estar en las filas del partido, sin hacer ruido para que de manera disimulada se pueda pescar a su gusto. 

Ese el oportunismo clásico de muchos tecnócratas, no de los verdaderos políticos.