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sábado, 30 de septiembre de 2023

¿ORGULLOSO YO?

 RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS

Cuando dejas de escuchar las necesidades de los demás y minimizas sus aportaciones, cuando asumes una postura amenazante y eres hiriente, aferrado o terco en tu postura, cuidado, podrías ser una persona extremadamente orgullosa.

Creo que la persona orgullosa es aquella que tiene un exceso de estima propio, además de un desfasado concepto de sus méritos, por los cuales se cree y se siente superior a los demás. La persona orgullosa actúa con arrogancia y es vanidosa porque tiene un exceso de estima. En algunos casos, o siempre, sabe que su pequeñez es menuda y lo que esconde detrás son sus peores miedos, por ejemplo, cree que nadie está a la altura de las circunstancias y teme a que no le quieran.

“Cuídate del orgulloso”; la mayor naturaleza del orgulloso es la enemistad hacia Dios y hacia nuestros semejantes, entendida la enemistad como odio, hostilidad y oposición; es decir, me siento poderoso, por eso deseo dominarte o negarte. El orgullo traspasa la naturaleza esencialmente competitiva y la vuelve enemistad que desafía a quien no está con él, con el orgulloso. Los deseos del orgulloso se manifiestan desenfrenadamente, no aceptan a la autoridad; en efecto, ellos imponen sus percepciones de la verdad contra todo aquel en desacuerdo y aplican sus propias reglas.

La persona orgullosa es rebelde, dura de corazón; con esa dureza crea maquiavélicamente un plan que no siempre busca el bien, aunque esté matizado de buenas acciones, pero en el fondo se busca ganar poder. Los orgullosos también saben manipular a otros con la finalidad de realizar sus caprichos y hacen de toda persona que se opone a ellos su adversario; compiten con el intelecto y no se diga las opiniones, los trabajos, las posesiones, los talentos y otros valores mundanos. 

El orgulloso no encuentra placer en poseer algo, sino en monopolizarlo, haciendo del poder su rey. En resumen, el orgulloso desea destronar a quien se le opone, acarreando graves consecuencias a la persona, a los grupos, a las ciudades y a la nación.

Ahora bien, ¿no sería mejor que nuestro orgullo fuera agradar y ayudar a los demás en lugar de tratar de colocarnos por encima de ellos?, cuando el orgullo se apodera de nuestro corazón se pierde la libertad y raramente se admiten los errores, sin embargo, el orgullo de los que están abajo, mirando hacia arriba, se manifiesta en crítica, chisme, calumnia e, incluso, codicia. Lo peor es cuando se albergan rencores y celos como un buen disfraz para los orgullosos de abajo.

Lamento no poder acotar todo el tema, pero tratando de concluir, quiero decir “que nuestro único orgullo sea la cruz de Jesucristo”. Elige ser humilde en lugar de ser orgulloso; acepta los consejos y las amonestaciones que se nos dan; perdona a aquellos que nos hayan ofendido y presta servicio a los demás. El orgullo es la piedra de tropiezo de los hombres, porque prestan atención a sus promesas de ser mejores, de estar por encima de los demás y poseer poder. Por mi parte yo estoy orgulloso de mis tribulaciones, de mis luchas logradas, pero también de mis flaquezas.

Por tanto, el orgullo es la manifestación de defensa, de falta de autoestima y de reconocer quién soy en realidad.